Al salir de la proyección, la tal Bárbara me ha puesto entre la espada y la pared. Por primera vez en mi vida (y espero que la última), Macarena Gómez, la salada actriz que la interpreta, se ha metido en su papel y me ha apalancado un revolver sobre la sien. El contacto directo con el frío metal del cañón ha provocado en mí sensaciones indescriptibles.
Sitges no es para mí. Con tal sombra amenazante, deberé regresar a Barcelona lo antes posible.
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