Transsiberian, a pesar de haber caído ya en algún que otro festival nacional, se trata de uno de los productos más potenciados (publicitariamente hablando) de este Sitges 08. El gigantesco cartel del citado título pende sobre la puerta principal del Auditorio del Meliá... y seguirá luciendo a lo largo de los diez días que dura la fiesta cinematográfica. La realización del norteamericano Brad Anderson (un director que casi ya forma parte del mobiliario del Festival) y la insistencia de Julio Fernández (amo y señor de Filmax y también parte obligada del mobiliario) han obrado el milagro de su proyección en el certamen, a modo y manera de gran película. Los responsables del Sitges 08 contentos de exhibirla, y el padre del Fantastic Factory (con su imperecedero puro a cuestas) orgulloso de seguir colando bazofias disfrazadas de diamante en bruto. El público... ya no tanto...
Un policía de la brigada de antinarcóticos, un fuerte alijo de heroína, dos parejas de turistas que entablan una forzada amistad y un juego muy especial de matrioskas, se dan cita a bordo del Transiberiano. Un viaje tan accidentado como aburrido, lleno en su camino de paradas y desvíos, situaciones imposibles y pésimas interpretaciones. La sosería del Noriega no tiene enmienda, a pesar de que, al lado de un Woody Harrelson de lo más bobalicón y del desorbitado histrionismo de Ben Kingsley, el actor español se convierte ¡milagrosamente! en un ejemplo de contención interpretativa. Cosas de la vida: lo muy malo hace bueno a lo malo. Por esa misma razón, no es de extrañar que las dos chicas de la función, Emily Mortimer y Kate Mara (esta última bajo un look ciertamente afantasmado), acaben por destacar en medio de un producto tan poco esmerado como éste..
Que nadie se lleve a engaño y piense que se trata de una revisitación de ese glorioso Pánico en el Transiberiano orquestado en los 70 por un Eugenio Martín en plena forma. Para empezar, rehúsa el fantástico para adentrarse en un rutinario thriller de tono ferroviario. A años luz de su trabajo anterior -el efectivo aunque aburrido El Maquinista-, en Transsiberian apuesta por una intriga policíaca manida y al uso en la cual, sus varios giros de guión, difícilmente sorprendan a nadie.
En definitiva: mucho casting (pésimamente aprovechado) para tan poca chicha..
En definitiva: mucho casting (pésimamente aprovechado) para tan poca chicha..
Tal y como decíamos ayer, la historia de Bárbara, la serial killer de la Sexykiller de Miguel Martí, avanza por derroteros distintos a los de la película de Anderson. Planteada como una comedia rompedora (aunque de rompedora sólo tiene las intenciones) y claramente gay en pretensiones y desarrollo, su principal interés (por no decir el único) reside en el desparpajo con el que una divertida Macarena Gómez construye su papel; el de una perversilla y sádica estudiante de medicina con nulos problemas para facturar a sus congéneres al otro barrio. Pistolas, catanas, bolsas de plástico... cualquier artefacto es válido en manos de una mujer de armas tomar.
Al Martí y a su guionista (Paco Cabezas) se les va en demasía la bola con su obsesiva pasión por insertar, a cada minuto (y sin excesiva inspiración), algún que otro guiño al cine fantástico de toda la vida. Desde La Novia de Frankenstein hasta citas a cuantos títulos hayan sido protagonizados por psicópatas sanguinarios, pasando antes por múltiples e interminables homenajes a la filmografía de George A. Romero. Todo lo relacionado con el género tiene cabida en el metraje, aunque sea metido a saco, a lo bruto, sin meditar demasiado. La cuestión es demostrar su sapiencia cinéfila a la platea y dejar bien claro que no se van a cortar ni un pelo a la hora de mencionar referentes.
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