7.10.08

Lo que fue de las Dolores...

En la segunda entrega de El Padrino compartieron cartel, aunque no coincidieron en pantalla por cuestiones espacio-temporales. En la brillante Heat ya se acercaron, en una sola escena, un poco más, aunque malas lenguas (o maliciosas leyendas urbanas) aseguraban que las estrellitas no podían verse ni en pintura. La cuestión es que ahora, gracias al irregular Jon Avnet, se reparten el protagonismo y van juntitos de la mano a lo largo de Asesinato Justo. Ellos son Robert De Niro y Al Pacino, dos monstruos (de capa caída) que con su sobreactuación están pidiendo a gritos la jubilación.

En Asesinato Justo la originalidad brilla por su ausencia; un thriller manido en el que, a modo de buddy movie (o, mejor dicho, retirement movie), dos veteranos detectives de la policía de Nueva York han de enfrentarse a la presencia de un serial killer enfrascado en segar la vida de todos aquellos que han burlado a la Justicia: un criminal que deposita, al lado de sus víctimas, una poesía que hace referencia a los delitos que han cometido. Todos los detalles indican que podría tratarse de un madero con aspiraciones literarias.

Una mezcla, totalmente previsible, entre Los Jueces de la Ley y la fascistoide saga de justicieros urbanos que protagonizó Charles Bronson allá por los 70, aunque con el aliciente de ver juntitos en acción a Pacino y De Niro, toda una experiencia lisérgica-senil difícil de repetir. Francamente, podrían ahorrarnos la molestia y, con ello, evitar a las plateas del mundo entero más de hora y media de sufrimiento colectivo ante el festival de muecas y miradas que desatan a cada plano el par de actores; tal para cual. Es un hecho cinematográfico probado que el De Niro hace tiempo que chochea, pero aún Al Pacino (aunque sea a trancas y a barrancas) a veces sorprende con sus interpretaciones... cosa que no ocurre, como en este caso, en las ocasiones que trabaja bajo las órdenes de Avnet (sin ir más lejos, la reciente 88 minutos es un claro ejemplo de ello)

Y allí, en medio, bien apalancada y aún de buen ver, la Carla Gugino les tiende unos cuantos bastoncillos (de aquellos del CSI) para que el par de policías chochos se ayuden en su camino. Un papel, el de la actriz, tan inconsistente como los de John Leguizamo y Donnie Whalberg, quienes dan vida a la pareja de detectives que, inevitablemente, rivalizarán con el dúo de abueletes en la rutinaria búsqueda del asesino.

Poli bueno y poli malo; poli malo y poli bueno; poli malo y poli malo; poli bueno y poli bueno.. todas las variantes son válidas ante la cámara. Mientras, el espectador, harto de tanta gesticulación inútil y de sonrisitas a lo perro pulgoso que sueltan el dueto, facilmente pille lo que pretender ser un sorpresivo giro final. Y es que, a los pocos minutos de proyección, el menos avezado de la clase puede ligar las coordenadas definitivas de un producto truculento y ya visto (en mil y una variantes) en centenares de ocasiones anteriores.

Las buddy movies están agotadas, al igual que las historias sobre asesinos en serie. La última (y más seria) palabra sobre el tema la puso Fincher con la magistral Zodiac. Insistir en lo mismo, una y otra vez, resulta agotador. Y más cuando hay gente como Avnet que piensa que revitalizar el genero es tan sólo cuestión de reunir a dos actores (pronto viejas glorias) de la talla de De Niro y Pacino. Dos presencias indiscutibles (y desmadradas) como ellos no salvan un guión inconsistente y construido a golpe de trampas... aunque sí supone un considerable respiro para la taquilla.

En medio de tanto despropósito, Asesinato Justo al menos nos descubre que el gran Brian Dennehy (demasiado relegado últimamente a subproductos televisivos) sigue vivo, menos orondo que antes y aún en plena forma para la gran pantalla.... aunque sea a través de un papel minúsculo. Menos da una piedra. ¿Qué haríamos los amantes del cine sin secundarios como Dennehy? En el fondo, actores como él son (y han sido) los mejores y más profesionales del Hollywood de toda la vida.

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