3.5.08

EN RESUMIDAS CUENTAS: ¡Vaya par de thrillers!

Dos thrillers, dos, han caído esta semana en la cartelera española. Más que thrillers, se les podría calificar de pseudothrilles... o, directamente, de nimiothrillers. Un par de alucinados ejercicios de género, bastante desafortunados, y con dos protagonistas de excepción: Pierce Brosnan y Al Pacino. Ambos llegan con cierto retraso a nuestras pantallas.

Chantaje, el de Brosnan, supone una nueva vuelta de tuerca sobre el secuestro de niños. Su responsable es Mike Barker, un directorcillo británico al que le cuesta dejar a un lado su educación claramente televisiva. No es de extrañar, por esa razón, que su propuesta tenga cantidad de similitudes con cualquier telefilme barato de sábado por la tarde.

En Chantaje se nos cuenta la relación que se establece entre un matrimonio en crisis (una siempre atractiva Maria Bello y un patético Gerard Butler) con el hombre que acaba de secuestrar a su pequeña; un Pierce Brosnan que se alza, sin lugar a dudas, como lo mejor de la película. Y es que, a este actor, le vienen como anillo al dedo los papeles de villano cínico y retorcido, como el Tom Ryan al que da vida en esta ocasión; un tipo que, al mismo tiempo, somete a los padres de la criatura a todo tipo de tensiones, a lo largo de una jornada, si quieren volver a ver a su hija con vida.

Una especie de gincana, organizada sin orden ni concierto, en la que marido y mujer tendrán que sufrir un sinfín de ilógicas pruebas para recuperar a su retoño sano y salvo. Un juego desbaratado, absurdo y con teóricos toques de cine psicológico, durante el cual se irá descubriendo el lado más oscuro del personaje interpretado por Butler, un publicista altivo que, tanto en su vida privada como laboral, demuestra no poseeer muchos reparos morales.

Una cinta fallida y con poca consistencia que, sin embargo y a pesar de su nula credibilidad, alberga algún que otro pasaje logrado y, en general, consigue entretener. La fuerte presencia física de la ciudad de Chicago como escenario principal, el tener la posibilidad de admirar la belleza de la Bello y saborear, al mismo tiempo, el talento de Brosnan ejerciendo de malo, obran el milagro y convierten a un producto desbaratado en un divertimento sin más. Por mucho que se empeñe su director, la psicología brilla por su ausencia. Ahora, eso sí, de moralina hay mucha, demasiada, y se localiza ante todo en su inesperado (aunque nada probable) final.


Si el trabajo de Mike Barker ya es de una irregularidad aplastante, lo que ha hecho el neoyorquino Jon Avnet con su nueva película se me antoja de juzgado de guardia y, en comparación con Chantaje, convierte a esta última (de forma inmerecida) en una obra maestra sin precedentes. En 88 Minutos, Avnet se adentra en el particular y hermético universo del Dr. Jack Gramm, un reputado psiquiatra que ha colaborado, en más de una ocasión, con la justicia en calidad de testigo. Toda una eminencia en el campo de los serial killers que reparte sus horas entre sus numerosos ligues, el lujoso bufete de su propiedad y las clases que imparte en la Universidad.

88 minutos fotografía tan sólo un mínimo espacio de tiempo dentro de la vida del tal Gramm, un Al Pacino metido de lleno en una de esas interpretaciones histriónicas (y hasta ridículas) con las que de tanto en cuando se desmarca, convirtiendo su incalificable labor en un festival de exageradas muecas y gesticulaciones que, en el fondo, van totalmente acordes con la rocambolesca historia planteada. Una historia en la que el facultativo -cargando sobre su conciencia con un trauma del pasado-, deberá enfrentarse con un viejo caso que, con su testimonio, condujo a la pena capital a un violento asesino; una sentencia que está a punto de cumplirse, justo unas cuantas horas más tarde de haber aparecido un nuevo cadáver: el de una mujer asesinada a partir de idénticos métodos a los que utilizaba el recluso. Una misteriosa y amenzanate llamada al móvil de Gramm, pondrá a éste en alerta al comunicarle que tan sólo le quedan 88 minutos de vida...

Un producto más de esos en los que su protagionista principal ha de moverse a contrarreloj, aunque en esta caso sin fuerza alguna. La paranoia hará mella en la serenidad habitual de Gramm. Todos cuantos le rodean se convierten en presuntos criminales; ni uno sólo de sus personajes se libra de caer bajo sospecha. La demencia de la que hace gala Pacino traspasa el personaje y se apodera del realizador, instante en el cual la lógica se pierde por completo; el guión hace aguas por todas partes. Lo que parecía una idea interesante, se transmuta en un cúmulo de situaciones de lo más grotesco, mientras su tiempo narrativo (a pesar de tratarse de una historia a priori trepidante) se ve desbordado, en su mayor parte, por largas líneas de diálogo recitadas por cuantos personajes intervienen en la trama y, en concreto, por la parafernalia oral que dedica Pacino a aquellos que demuestran la suficiente paciencia como para soportarlo.

Si no fuera por su plana realización, exenta de travellings y movimientos de cámara, y en la que domina el continuo uso de un molestísimo gran angular (la forma más imbécil de simular tensión de cara al espectador), uno juraría que 88 Minutos, debido a su alucinado y rocambolesco argumento, es obra de un Brian De Palma durante una de sus etapas más trastornadas y excesivas.

Un despropósito vergonzante que tiene su punto álgido en la relación que se establece entre el trastornado psiquiatra y un taxista; un episodio que no voy a desvelar y que quizás, algún día (si se atreven), puedan descubrir por ustedes mismos. Ni el mítico inspector Clouseau llegó jamás a límites tan desproporcionados en sus numerosos encuentros con profesionales del taxi.

Por cierto: contar con la presencia de Kara Unger y no aprovecharla en lo más mínimo, indica las pocas luces cinematográficas de un Jon Avnet del que empiezo a sospechar que Tomates Verdes Fritos, su debut en el mundo del largometraje, fue debido a otra mano con más experiencia y visión.

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