Spike Lee se deja de monsergas y, al igual que hiciera en su magnífica La Última Noche, busca nuevos derroteros para dar rienda suelta a su cine y a sus neuras. Sin ser un título tan compacto como el citado, bajo mi punto de vista Plan Oculto ya se encuentra entre lo mejor del realizador.
Por primera vez en su carrera, el director entra de lleno en el thriller. Antes, en Nadie Está a Salvo de Sam y La Última Noche, ya había esbozado algunos de los tópicos del género, pero de manera muy sutil y sin acercarse definitivamente a él. Ahora, con Plan Oculto, lo hace de manera muy abierta, dispuesto a ponerse en el bolsillo a un público diferente e intentar, al mismo tiempo, conseguir un taquillaje más solvente de lo que lograba hasta el momento.
Cine de consumo, aunque de una calidad muy superior a la de muchas películas calificadas como de autor. O sea, aquello que algunos llaman -de manera errónea y despectiva- un mainstream. La cuestión es colgar etiquetas y descatalogar ciertos productos decentes que están realizados bajo el amparo del Hollywood más mediático, sin tener en cuenta que muchos darían un ojo de su cara por tener entre sus méritos un mainstream tan compacto como el último trabajo de Spike Lee.
Un Plan Oculto que, aparte de su lado más abierto y comercial, no renuncia para nada a las constantes de todo su cine anterior. El conflicto racial está metido a rachas, con la ayuda de un cuentagotas y sin agobiar con él al espectador. Ese tono en exceso discursivo que vertía en sus películas, ha desaparecido casi por completo, con lo cual su propuesta resulta más fresca y distendida. Y ahora, sus toques raciales, los coloca en el interior de la historia en función de los efectos causados en la población neoyorquina por el 11-S. O, al menos, esa es la impresión que me da el cineasta desde su film anterior, ya que ese odio visceral ha sido cambiado por el miedo hacia otros de raza diferente.
Al igual que en Tarde de Perros, Spike Lee plasma el proceso de un atraco a un banco con rehenes de por medio. Pero, a diferencia del homosexual protagonista del film de Lumet, el cual perpetraba un golpe un tanto desquiciado y desordenado con la única intención de pagarle una operación de cambio de sexo a su amante, el enmascarado de Plan Oculto realiza un golpe calibrado al cien por cien en todos los aspectos y con unos propósitos mucho más ortodoxos que los del gay interpretado por Al Pacino.
Plan Oculto es un producto con ritmo y con un guión tan milimetrado y estudiado como el propio atraco que narra. Recupera a Christopher Plummer y lo convierte en un oscuro personaje escapado del mismísimo Marathon Man. No en vano, ya que por algo el director afroamericano recurre al estilo del thriller setentero, aunque impregnándolo de su propia personalidad y, en parte, dándole la vuelta a muchas de las constantes del género gracias a sus inesperados giros en la narración.
Denzel Washington, uno de los actores fetiche del realizador, es su protagonista principal, el denostado policía que ejercerá de mediador con el secuestrador. Un discreto e interesante trabajo con el que se deja eclipsar conscientemente ante la apabullante presencia de Clive Owen, el hombre que bajo una capucha, un pañuelo y unas gafas de sol ofrece una interpretación tan cerebral y efectiva que es capaz, por momentos, de inspirar tanto ternura como terror en el espectador. Una actuación de esas que se merecerían todos los Oscars del mundo y que muy pocos serían capaces de reconocer.
Jodie Foster cumple bien su cometido, aunque en esta ocasión su presencia es un pelín anecdótica, pero consistente. Ella, al contrario que el poli y el caco, representa al cinismo personificado, la falta de escrúpulos total y absoluta, el mercenario por antonomasia: recoge la mierda de los de arriba y sabe seguir viviendo sin ningún tipo de remordimiento, girando su mirada hacia otro lado. De tanta mierda que ha absorbido en su vida, apesta, a pesar de su belleza exterior.
Vale la pena darle un vistazo a Plan Oculto y dejarse seducir por un Spike Lee más adulto, renovado y menos insistente con sus fobias, aunque como siempre empecinado en trasladar sobre ruedas a sus personajes mediante inevitables travellings frontales. Al fin y al cabo, esa es su firma visual.
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