Antes de ser
007,
Roger Moore fue chico
103, tal y como demuestra la imagen de abajo, la cual fue realizada durante una campaña publicitaria de ese licor perpetrada en Barcelona a mediados de los años 60. Carteles y spots televisivos con la imagen de
Moore, inundaron nuestro país durante meses. El hombre, por aquel entonces, era la estrella de una de las series televisivas más populares en España,
El Santo. No tenía nada que ver con ese luchador mejicano al que tanto respeto. Él era otro
Santo,
Simon Templar, un tipo que, al igual que su homónimo mejicano, luchaba contra el mal desde su posición de aguerrido e intrépido periodista.

Años más tarde el actor ganó posiciones. Del
103 saltó al
007, aunque con un breve paréntesis como
Persuasor al lado de
Tony Curtis. El (dudable) prestigio de
Moore estaba subiendo como la espuma. Su tarea era difícil: hacernos olvidar la jeta de
Sean Connery metiéndose en la piel de
James Bond. Todo un reto. Y, contra todo pronóstico, nuestro
Santo consiguió lo que parecía casi un imposible en un actor de tan poco carácter como él, pues acabó otorgándole al espía británico un carácter muy personal y desenfadado. Un papel que, sin embargo, tuvo que abandonar cuando empezó a caérsele demasiadas veces el peluquín durante sus luchas con los malvados sicarios de
Spectra.
Muy ingles y muy sibarita, sí... pero el tío engullía el
103 como si fuera un
brandy de exquisito paladar.
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