El director italiano sigue fiel a su estilo. Entre este nuevo film y El Gato de las Nueve Colas, por ejemplo, hay muy pocas diferencias. Antaño se significó como el Rey del Giallo por excelencia y, por lo visto, aún quiere seguir manteniendo el mismo status. Continúa aferrado a aquellas oscuras y violentas historias que tanta fama le dieron, mezclando el horror más cáustico con el thriller policíaco, al tiempo que salpica la pantalla con gruesas gotas y regueros de sangre. Ese Argento que hace años cautivó a muchos quiere seguir vigente, al pie del cañón y con muy pocas variaciones respecto a lo que hacía en su etapa de más esplendor.
Ti Piace Hitchcock? denota los mismos defectos y las mismas virtudes que la mayor parte de su filmografía. Su argumento es demasiado simple. Sus diálogos suenan a pueriles, en extremo básicos y, por momentos, ridículos. Pero, al igual que en sus títulos más celebrados, vuelca toda su sabiduría cinéfila en la creación de escenas de suspense cargadas de una atmósfera de tensión pocas veces conseguida. El tratamiento visual de los colores rojizos, sus rocambolescos movimientos de cámara, los largos travellings o la perversa utilización de la visión subjetiva, se han convertido en marca indiscutible de la casa; momentos que, por supuesto, tampoco podían faltar en esta película y que, en el fondo, acaban siendo lo mejor de sus desiguales resultados.
Tal y como indica su propio título, el film está orquestado como un personal homenaje al cine de Alfred Hitchcock, aunque la verdad es que en ese aspecto no resulta muy original. Al igual que otros directores que han intentado el mismo tipo de guiño cinéfilo se queda en lo más básico, sin atreverse a arriesgar demasiado. O sea, el eterno problema del grueso fílmico de Argento: la creación de guiones que resulten mínimamente verosímiles. Mediante un sinfín –forzadísimo- de referencias directas y evidentes a productos clave de la filmografía del director británico, edifica la historia por la que transcurre Ti Piace Hitchcock?. Así, para narrar los pinitos como detective aficionado de un joven estudiante de periodismo –dispuesto a descubrir al asesino de una vecina de un inmueble cercano-, adorna su trama con persistentes y baratas alusiones a productos como Extraños en un Tren y La ventana Indiscreta.
Un voyeur espiando a sus semejantes desde una ventana (con pierna escayolada incluida) o una escena de violencia filmada íntegramente en el interior de una bañera, son las primarias (y poco ingeniosas) ideas con las que Argento homenajea a uno de los cineastas que más han influido en su carrera. Y lo peor de todo es que, más que a Hitchcock, acaba pareciéndose a un film de Brian de Palma en horas bajas.
A pesar de los pesares y teniendo en cuenta que se trata de un telefilm, éste acaba siendo entretenido. Más que por su cuestionable (o nula) credibilidad, por la elección de unos actores de tres al cuarto o por la creación de un guión tramposo y plagado de cabos sueltos (como ocurre con el nunca aclarado personaje del propietario del vídeo-club), funciona a muy buenos niveles cuando el realizador romano muestra su parte más gótica y funesta, dosificando a la perfección el suspense y apoyándose, para ello, en la excelente banda sonora compuesta por Pino Donaggio quien, con sus acordes y el múltiple uso de instrumentos de cuerda, nos hace rememorar las melodías que Bernard Herrmann compuso para don Alfredo.
Si a usted también le gusta Hitchcock, remítase a los originales... por mucho Dario Argento que firme esta película.
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