Harrison Ford ha regresado a las pantallas con otro film típico y tópico. Un producto estandar y sin sorpresas que, sin embargo y al igual que ocurría con Hostage y Cellular, acaba resultando altamente entretenido. Si acuden a Firewall sin intentar buscarle tres pies al gato, podrán pasar un rato agradable. Y es que, a fin de cuentas, es a lo único a que aspiraba su realizador, el británico Richard Loncraine.
Sin lugar a dudas, lo más loable de este largometraje se encuentra en su falta total de pretensiones. Es sencillo, perfectamente narrado, no posee ningún altibajo en su narración y posee mucho ritmo; las premisas perfectas para que funcione cualquier película de acción que se precie. Y lo que es más importante: va al grano en todo momento, no se pierde en reiteraciones innecesarias y deja claro, con un par de escenas, todo aquello que quiere exponer. Por ejemplo, para mostrarnos que la familia de Harrison Ford es una familia unida, rehuye alargar las escenas en las que se muestra la vida diaria de sus integrantes: con ujn par de suaves pinceladas explicativas soluciona uno de los pasajes que podrían resultar más farragosos y repetitivos. Un plano de un desayuno y algún que otro diálogo entre ellos, son más que suficientes para definirlos.
Firewall narra una historia de siempre. Una mujer y sus dos hijos son secuestrados. En lugar de pedir un rescate, obligarán al padre de éstos -el máximo encargado de la seguridad informática de un importante holding bancario- a hacer un trabajo sucio para ellos. Si no cumple con su cometido, acabarán con la vida de sus familiares.
Ese es su punto de partida. Sencillo y sin complicaciones. A partir de aquí, el personaje interpretado por Harrison Ford, el experto informático, empezará a vivir mil y un riesgos para poder cumplir a regañadientes con el oscuro encargo que ha recibido, mientras su mujer y sus dos hijos son presionados por el grupo de raptores.
Sorpresas hay pocas. Es más de lo de siempre, pero con elegancia y resolviendo las escenas de acción de manera clásica. No es necesario recurrir a cargantes montajes sincopados para dar la (falsa) sensación de estar ante una situación en extremo vibrante. Dosifica el suspense de manera acertada (como ocurre con el intento de fuga de la familia de Ford), perpetra sus pertinentes guiños a los falsos culpables de Hitchock e incluso, por defecto, a El Fugitivo, logrando al mismo tiempo hacer creíble algunos momentos increíbles. Un entretenimiento sin más, en el que hasta resulta de agradecer que no intenten colar demasiados giros inesperados en su guión. Llano y con pocas fisuras.
No busquen en Firewall grandes actuaciones, pues no las hay. Tampoco son necesarias: con tal de que sus actores cumplan mínimamente con su cometido (cosa que hacen), hay más que suficiente. A priori, contando con los mínimos recursos interpretativos de Harrison Ford, éste hubiera sido el producto ideal para la estrella hace unos cuantos años. Ahora es lo que más chirría dentro de su engranaje. Al hombre ya empieza a notársele la edad, todo lo contrario de lo que le ocurre a Connery: mientras éste parece haber hecho un pacto con el diablo para rejuvenecer, el protagonista de la saga de Indiana Jones se está convirtiendo en un pobre prejubilado achacoso que a duras penas puede echarse a correr.
Sería el momento ideal para que Ford se planteara otro tipo de registros. Ya le toca hacer de yayo, aunque se resista a ello. Le iría de perillas lo de abuelo, contando batallitas a sus nietos y sacándolos a pasear a la hora del sol. No está para que me lo casen con la Madsen, le haga dos hijos y tenga que enfrentarse a una panda de rufianes. Como no espabilen, en la próxima entrega de Indiana Jones, éste descubrirá alguna pieza arqueológica en uno de los múltiples socavones que por obras pueblan toda la geografía de Barcelona. Y todo ello gracias a haberse convertido en uno de esos jubilados que, desde tiempos inmemoriales, calman su morbo vouyerista observando con perspicacia los avances de los obreros y de la maquinaria utilizada para sus menesteres.
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