El gran transgresor del cine británico, Ken Russell, se ha ido para siempre. Ayer, a los 84 años de edad, desde La Guarida del Gusano Blanco y mientras dormía, El Novio de la perturbación emprendió el viaje de no retorno. El suyo era un Cerebro de un Millón de Dólares tocado por la extravagancia y siempre dispuesto a iniciar un Viaje Alucinante al Fondo de la Mente. Los más osados aseguraban de él que sufría una extraña enfermedad denominada Lisztomania que le obligaba a mezclar, en sus alucinaciones y a ritmo de Ópera Rock, lo Gótico con La Pasión de Vivir.
Admirador de Valentino y enganchando a las máquinas de millón por culpa de la afición desmesurada de su amigo Tommy a las mismas, en sus últimos años se alejó de los pinbals y recogió una Sombra En El Pasado que le atormentaba: empezó trabajando en televisión y terminó sus días realizando de nuevo telemovies.
El que muchos consideraban El Mesías Salvaje del Séptimo Arte, retrató de forma delirante la vida de una Puta en La Pasión de China Blue, una de tantas Mujeres Enamoradas que inspiraron su cine.
Hoy, Los Demonios querrían velar por él.
Descanse en paz. Echaremos en falta un poco de su locura en el cine actual.
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