Margin Call arranca justo las 24 horas anteriores al inicio de la caótica crisis económica mundial que ahora nos azota, justo el 14 de setiembre de 2008. Y es que, para narrar los citados acontecimientos, el debutante J. C. Chandor, director de la cinta, se inspira claramente en un hecho real, el de la caída de Lehman Brothers, una compañía global de servicios financieros norteamericana con sede social en el Wall Street neoyorquino que, con sus numerosas y oscuras especulaciones, aparte de hundir a la propia entidad dio paso a uno de los mayores conflictos monetarios y sociales en décadas.
Filmada con un presupuesto mínimo (y casi, casi, ejemplarizante), Chandor se ha rodeado de un grupo de actores mayúsculo, una de las mejores virtudes del producto. Desde Demi Moore a Kevin Spacey, pasando por los más jóvenes Zachary Quinto y Penn Badgley. Todos están perfectos, ninguno de ellos desentona del resto del grupo aunque, en este aspecto, querría destacar la arrolladora presencia de Jeremy Irons (el prepotente líder de la institución) y, ante todo, la controladísima interpretación de Stanley Tucci, el empleado que descubrió en primer lugar los tejemanejes que llevarían al resto del mundo a la bancarrota y, de rebote, a la inestabilidad social.
Capaz de arropar con cierto cariño a los personajes más débiles de la historia y, al mismo tiempo, de tratar con gélida frialdad a los más cínicos y malvados, Chandor se adentra en los vericuetos de una historia a priori complicada (sobre todo para los menos versados en el tema) de forma más o menos asumible. Gestión de activos financieros, inversiones en renta fija, créditos subprime…: una amalgama de términos difíciles de pillar al vuelo que el realizador resume, de modo sublime, en un momento determinado del film, justo cuando Jeremy Irons pide explicaciones del problema de manera sencilla y comprensible.
A medio camino entre el thriller y el melodrama y narrado a lo largo de una sola noche, este es un título imprescindible para adquirir aún más consciencia sobre el convulso momento histórico que nos ha tocado vivir. Con el fin de redondear la función, de pasada también les recomiendo un repaso a Inside Job, un interesante estudio sobre la materia que en la última edición de los Oscar se hizo con el premio a mejor documental.
Filmada con un presupuesto mínimo (y casi, casi, ejemplarizante), Chandor se ha rodeado de un grupo de actores mayúsculo, una de las mejores virtudes del producto. Desde Demi Moore a Kevin Spacey, pasando por los más jóvenes Zachary Quinto y Penn Badgley. Todos están perfectos, ninguno de ellos desentona del resto del grupo aunque, en este aspecto, querría destacar la arrolladora presencia de Jeremy Irons (el prepotente líder de la institución) y, ante todo, la controladísima interpretación de Stanley Tucci, el empleado que descubrió en primer lugar los tejemanejes que llevarían al resto del mundo a la bancarrota y, de rebote, a la inestabilidad social.
Capaz de arropar con cierto cariño a los personajes más débiles de la historia y, al mismo tiempo, de tratar con gélida frialdad a los más cínicos y malvados, Chandor se adentra en los vericuetos de una historia a priori complicada (sobre todo para los menos versados en el tema) de forma más o menos asumible. Gestión de activos financieros, inversiones en renta fija, créditos subprime…: una amalgama de términos difíciles de pillar al vuelo que el realizador resume, de modo sublime, en un momento determinado del film, justo cuando Jeremy Irons pide explicaciones del problema de manera sencilla y comprensible.
A medio camino entre el thriller y el melodrama y narrado a lo largo de una sola noche, este es un título imprescindible para adquirir aún más consciencia sobre el convulso momento histórico que nos ha tocado vivir. Con el fin de redondear la función, de pasada también les recomiendo un repaso a Inside Job, un interesante estudio sobre la materia que en la última edición de los Oscar se hizo con el premio a mejor documental.
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