15.11.11

El dulce (y amargo) sabor del chocolate

De Francia y Bélgica llega una comedia afable y sencilla, totalmente funcional, divertida y emotiva. Se trata de Tímidos Anónimos, un sensible tratado sobre la timidez en forma de cuento, muy en la tradición de Amelie. Dirige Jean-Pierre Améris.

La cinta nos acerca al flechazo surgido entre dos tímidos de armas tomar quienes, debido a su apocamiento, se verán incapaces de reconocerse mutuamente su amor. Ellos son el vergonzoso propietario de una pequeña chocolatería a punto de la quiebra y su nueva empleada, una mujer igualmente retraída aunque dotada con una extrema sensibilidad, de la que no le gusta alardear, en la elaboración de los mejores bombones del mercado.

Tímidos Anónimos atrapa por su cándido y tierno guión y, ante todo, por la forma cariñosa con la cual Améris arropa a sus dos protagonistas, unos excelentes Benoît Poelvoorde e Isabelle Carré, esta última en su faceta más pizpireta. Entre las sudoraciones excesivas de él y la propensión al desmayo y a las ruborizaciones de ella, acaba creándose una química excelente entre ambos personajes.

Una historia de amor diferente, con pasajes ciertamente jocosos y otros directamente entrañables y en la que cabe destacar las escenas de terapia de grupo a los que asiste ella, las continuas visitas al psicoanalista de él y los distintos encuentros, fracasados y embarazosos, de ambos enamorados cohibidos.

No le hagan ascos a la película. Ochenta minutos totalmente aprovechados, sin asperezas y yendo siempre directo al grano. Su visionado es como la ingesta de un bombón de calidad suprema: ligera, aunque navegando entre la dulzura y el amargor.

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