Bee Movie parte de la idea de mostrar la ajetreada vida laboral en el interior de una colmena; un concepto inicial (y principal) que, una vez puesto en pantalla, funciona a las mil maravillas. El primer cuarto de hora, aparte de ingenioso y divertido, resulta visualmente deslumbrante y original. En él asistimos al día en que la abeja Barry B. Benson, tras su graduación, ha de optar por un puesto de trabajo en concreto dentro de la cadena de producción de la fábrica de miel.
Barry es un heminóptero inquieto e inconformista que no ve con buenos ojos el tener que realizar la misma faena hasta el día de su muerte. Buscando una posibilidad laboral más acorde con su díscolo carácter, saldrá de su colmena y, cargado de esperanzas, pobrará suerte como esparcidor de polen. El Central Park y los habitantes de la ciudad de New Yok serán sus primeros acercamientos fuera de su ambiente natural. De todos modos, lo que para él se había iniciado como una jornada festiva y aventurera, cambiará de modo radical cuando en un supermercado descubra una realidad “alimenticia” que le hará recelar seriamente de los humanos.
Es innegable que la base argumental tiene su gracia. Convertir a una abeja en un personaje contestatario y nada acomodaticio, resulta divertido. Y más teniendo en cuenta que se trata de un insecto que forma parte de una de las comunidades más organizadas y trabajadoras del planeta; igual que los japoneses, pero en bicharraco y con aguijón. Hasta aquí todo funciona a la perfección. Los chistes y los diálogos son agudos y punzantes (nunca mejor dicho hablando de abejas), sucediéndose uno detrás del otro a un ritmo vertiginoso. Incluso esos guiños cinéfilos tan recurrentes en este tipo de productos, quedan aquí mejor perfilados que en otras ocasiones. O al menos, se me antojan un tanto más sutiles y menos evidentes, como ocurre con ese velado e inteligente repaso a una escena de El Graduado; aquella en la cual un joven Dustin Hoffman, ataviado tan sólo con oscuras gafas de sol y un bañador, descansaba sobre un colchón hinchable flotando en la piscina de sus padres.
Un intraducible juego de palabras sobre los aguijones y el nombre artístico del cantante Sting (aguijón en español) o el modo en que Ray Liotta (dando voz a su episódico personaje) se toma a cachondeo a sí mismo, son ejemplos claros de las buenas intenciones acuñadas por los responsables de Bee Movie. La pena es que, al llegar justo al epicentro del film, éste cae inesperadamente en picado. La buena articulación de su guión se desmorona en un abrir y cerrar de ojos. Da la impresión que Seinfeld y el triplete de guionistas que le respaldan agotaran el saco de las ideas brillantes, entrando en una monotonía ciertamente alarmante. La cuestión es alargar el metraje, sea como sea, hasta cubrir el habitual estándar de hora y media y, ante todo, (¡ojo a la moralina!) convertir al indisciplinado Barry en una ovejita más dentro del engranaje social de su especie... no sea que los más pequeños (a los que seguramente les encantará la película en su integridad), siguiendo los atrevidos pasos de su héroe animado, se nos desmadren y empiecen a tirar demasiado de la manta.
Técnicamente, la película es impecable (¡cómo han evolucionado los descendientes de la Abeja Maya!). Raro es, en una producción animatrónica actual y respaldada por la DreamWorks, que falle en este aspecto. Y, sobre todo, si se tiene en cuenta que el rodaje ha durado (entre pitos y flautas) la friolera de cinco largos años. Aunque, en este aspecto, pienso que ya es obligatorio un mínimo de calidad; calidad que, por cierto, queda bien manifiesta en Bee Movie... Pero la técnica, sin una buena historia, no es suficiente y no sirve de nada. Contando con media década por delante, se podrían haber esmerado un poco más a la hora de perfilar una historia más consistente.
Está claro que, para bien o para mal, la fantástica Ratatouille ha colocado el listón muy alto en el género.
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