24.12.07

Cordero a las berzángulas

En 1954 los cineastas españoles tenían que andar con pies de plomo para no irritar, con sus propuestas, al régimen franquista que, por aquella época, estaba en su máximo y furibundo esplendor. No es de extrañar que alguien tan inquieto, política y socialmente hablando, como Juan Antonio Bardem usara, como telón de fondo, la excusa de la Navidad para colar, a través de una sencilla historia, cuatro verdades como puños. De manera sutil, pero con valentía. Felices Pascuas, pese a su tono familiar y navideño, fue el vehículo que utilizó el director para retratar (no tan veladamente como se podría suponer) el hambre y la miseria que se sufría en un España herida.

Es evidente que Felices Pascuas se trata de una obra menor (y pequeñita) dentro de la filmografía del realizador de la modélica Muerte de un Ciclista (título que estrenaría justo al año siguiente). Menor, pero curiosa. No tan contundente como esa cínica Navidad que orquestó Berlanga en 1960 desde la magistral Plácido, pero sí lo suficientemente atrevida como para dejar bien claro que, por desgracia, la pobreza era uno de los símbolos que marcaron la década de los 50 en nuestro país.

La película muestra los avatares por los que ha de pasar una humilde familia, compuesta por un matrimonio y sus dos criaturitas, cuando erróneamente piensan que les ha tocado el Gordo de Navidad gracias a una modesta participación de 2 pesetas. Tan convencidos están de ello que el marido, empleado en una barbería, abandonará su lugar de trabajo no sin antes cantarle las cuarenta a su jefe. El gran problema se inicia cuando descubren que, en realidad, lo único que les ha tocado en premio es un corderito en la rifa de una de las tiendas del barrio. De manera irremediable, los dos pequeños se encapricharán del animalillo, mientras los mayores empiezan a especular con la posibilidad de una suculenta y merecida cena de Nochebuena.

A partir de aquí, y debido a una serie de contingencias accidentales, el corderito se convierte en el conductor ideal para dar un recorrido por las distintas capas de la sociedad española de la época. El momento ideal para que Bardem lanzara unos cuantos dardos envenenados a ciertos estratos demasiado mimados por la dictadura. La Iglesia y el Ejército no podían faltar: un grupo de monjas, al cargo de una escuela, obliga a sus pequeños alumnos, durante la fiesta teatral de Navidad, a representar sobre el escenario una sádica versión de Salomé (con cabeza cortada incluida) mientras que, por otra parte y a partir de un mínimo incidente, hace un muy cachondo repaso al escalafón del estamento militar.

Un film sincero y agradable que, a través del sentido del humor y teniendo en cuenta el año en que se filmó, supo huir de las ñoñerías y connotaciones religiosas que generalmente albergaban (y aún albergan) este tipo de cintas. De protagonistas principales, una jovencísima Julieta Martínez (que años después se haría famosa en televisión con La Casa de los Martínez) y un actor francés, bastante desconocido, que atendía por el nombre de Bernard La Jarrige. Dos todoterrenos de nuestra cinematografía, como son José Luis López Vázquez y (un genial) Manuel Alexandre, tenían su merecido par de apariciones; breves, aunque contundentes.

Aprovecho esta reseña para felicitarles las Navidades y, al mismo tiempo, ofrecerles una receta culinaria muy especial para estas fechas, en las que el cordero suele ser plato principal en muchos de los hogares. La receta es la del cordero a las berzángulas y se la propone una de las monjitas del film de Bardem. Sólo tienen que darle al YouTube para abrir este regalo tan especial que les brindo.

1 comentario:

Estoy de paso dijo...

La he visto y me parece que esta película es una precursora del cine simbólico posterior (el espíritu de la colmena, Ana y los lobos, etc.) para mí el cordero simboliza la paz, la inocencia, perturbada por la Iglesia (las piezas de teatro hablan todas de sacrificios: salomé, abraham,...) el ejército (el soldado que trata de robar el cordero) y las convenciones (es Navidad y hay que comer cordero, ¿por qué?). Los niños son los primeros que muestran la repulsión ante el hecho de matar al animal. El cordero es además recibido en principio como sustituto de un premio mayor, aunque en menos de un día se olvidan de la pérdida del premio monetario y se encariñan con el animal. Unas palabras que intercambian los dos carniceros, que a pesar de dedicarse a matar a los animales, se confiesan prácticamente vegetarianos de conciencia, me dejaron muy claro el mensaje de la película:
- Y venga cordero, y venga cordero, la gente no hace más que comer cordero-
- la civilización que se acaba...
- eso... ¡ala, ala!, a comer carne... así hay tantas guerras.
- Y no hay cultura, ni vergüenza, ni nada.

Se puede decir más alto, pero no más claro.
Por cierto, gracias por tu post sobre la película. Es muy interesante.