Narrada a modo de thriller político y con la figura protagónica de una periodista idealista, su principal problema estriba en su nada estimulante aspecto de telefilm de tres al cuarto, mientras que la insinuante historia de amor entre Antonio Banderas y una culona Jennifer López (sin química alguna entre ellos), se me antoja metida a la fuerza en medio de una trama que, por si sola, podría haber tenido suficiente entidad dramática.
Un film ideológicamente comprometido que sin embargo, y debido a su poca soltura narrativa y a la falta total de originalidad a la hora de visualizarlo, da al traste con un tema interesante que bien merecería la atención de otros cineastas más punzantes.
Algo similar ocurre con The River King, una cinta también de aspecto televisivo y abrumadoramente aburrida. A medio camino entre el thriller y el melodrama (y sin centrarse jamás en ninguno de los dos géneros), muestra la investigación que realiza un policía de pueblo cuando, en un río helado y cercano a una prestigiosa escuela, aparece el cadáver de un joven estudiante. ¿Crimen? ¿Suicidio? Dos interrogantes únicos y exclusivos que, de manera reiterativa, machacarán la mente del hombre uniformado y de la agobiada platea.
Su cansino ritmo (con infinidad de forzados flash-backs a modo de gran recurso narrativo), la monótona banda sonora de Simon Boswell, la torpeza de un guión que no logra despertar en el espectador ningún interés por sus personajes y la desangelada actuación de un soseras Edward Burns (cada día más cercano, física e interpretativamente hablando, a Ben Affleck), son los defectos más notorios de un producto en el que la originalidad brilla por su ausencia.
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