21.3.07

El indomable Stuart ya es leyenda

Stuart Rosenberg nos dejó el pasado 13 de marzo a los 89 años de edad. Para muchos, los más jóvenes, es posible que su nombre no les diga nada. Pero se trataba de uno de esos artesanos que, durante una buena época, sembraron las calles de Hollywood. Un artesano de los duros; un verdadero idealista cuya escuela real se localizó en el mundo televisivo, en el que se formó como realizador dirigiendo numerosos episodios para series tan míticas y prestigiosas como Los Intocables, Alfred Hitchcock Presenta o The Twilight Zone, entre otras.

En 1960 debutó en la gran pantalla con El Sindicato del Crimen, un título que, considerado por muchos como una obra de culto, significó un paso adelante en la renovación de las coordenadas del cine negro; un género que siguió cultivando en films como Con El Agua al Cuello (la estimable secuela de Harper, Detective Privado) y San Francisco, Ciudad Desnuda, un violento y crudo thriller en el que, Walter Matthau y Bruce Dern, destacaban con sus respectivas y brillantes interpretaciones.

Con La Leyenda del Indomable, fechada en 1967, llegó su obra maestra; un film que soltó un sonoro estacazo al sistema penitenciario norteamericano, al tiempo que le otorgaba, en bandeja de plata, uno de los mejores papeles de su carrera a Paul Newman, el del rebelde Luke Jackson, un tipo condenado a trabajos forzados por reventar, durante una borrachera, los parquímetros de una pequeña localidad. Un producto duro, contundente y radical, con muy pocas concesiones a la taquilla y en donde una ingente cantidad de huevos duros obtendrían un protagonismo especial. En 1980, aunque con menor fortuna, volvió al mundo carcelario a través de Brubaker, una película hecha a la medida de Robert Redford que, a pesar de sus indiscutibles y buenas intenciones, no llegó a alcanzar en ningún momento la fuerza de la de su rebelde Luke.

La sobrevalorada pero efectiva Terror en Amytiville, otro film considerado de culto entre los más fervientes seguidores del cine de terror, fue su única incursión en el fantástico.

Hoy, Stuart Rosenberg, ya es leyenda. Descanse en paz.

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