Una epidemia de obesidad invade, desde hace años, las calles de los EE.EE. Los yanquis están saturados de comida basura. El fast food. Las hamburguesas, las patatas fritas, el pollo rebozado y la Coca-Cola. Todo ello en grandes dosis, en envases gigantescos. La M de McDonald's crea adeptos. Miles de norteamericanos están enganchados a la M. Es su mejor y más asequible camello. No pueden vivir sin esa M hercúlea y sin la presencia de un payaso grotesco con aspecto de serial killer. Grandes sobredosis de azúcar y grasas; colesterol por un tubo. A bajo precio y de ingestión en tiempo récord. Lo que importa es el tamaño, no la calidad. La Super Size es la medida ideal.
Morgan Spurlock es el director y protagonista de Super Size Me. Un documental al estilo de los de Michael Moore. Como éste, el tal Spurlock, aparte de ser el realizador, se convierte en la estrella de su película, en su eje central, a pesar de que ello le conlleve algún problema de salud, pues el solito se convirtió en su propio conejillo de indias con la intención de demostrar lo catastróficas que pueden resultar las visitas asiduas a locales de McDonald's y similares.
Todo empezó cuando unos cuantos gordos, asesorados legalmente, decidieron interponer una denuncia a la cadena del payaso por haberles deteriorado la salud. La M negó cualquier tipo de responsabilidad y aseguró que, en todo caso, asumiría cierto grado de compromiso si alguien enfermara tras realizar, durante un tiempo considerable, sus tres comidas diarias en sus comercios.
Ni corto ni perezoso, Morgan Spurlock se armó de una cámara y se dispuso a convertirse en un devorador de todo tipo de productos elaborados por McDonald's. Spurlock era un hombre sano, con una analítica perfecta y una forma física envidiable. Acostumbrado a las comidas vegetarianas cocinadas por su novia, de la noche a la mañana decidió alimentarse, durante todo un mes, de la comida ofrecida por la cadena de hamburguesas.
La degradación física y psíquica del personaje hasta resulta divertida. El documento es gracioso. Tiene su mala leche y su toque de humor malicioso. Un toque muy cínico, pero al mismo tiempo alarmante. Super Size Me no sólo muestra el retroceso en la salud de su protagonista, pues la cinta alterna las grasientas manducatorias de éste con un análisis, en profundidad, de lo perjudicial que puede llegar a resultar una alimentación nefasta. En este aspecto, médicos y dietistas desfilan ante la mirada de Spurlock para dar sus opiniones.
La cinta tiene ritmo. No aburre. Engancha como el propio fast food. Y aprovecha para denunciar, con argumentos sólidos e inquietantes, a las autoridades sanitarias por ayudar más a potenciar ciertos negocios en lugar de usar su poder para controlar a éstos. La publicidad, el tratamiento de los comestibles y el vacío de legislación y control en aspectos alimentarios, también tienen su merecido rinconcito en el documental.
Si tienen ocasión, pillénlo estos días a través de Canal +. No lo dejen escapar. El tabaco y los accidentes automovilísticos no son las únicas causas de mortalidad hoy en día.
Ésta misma tarde, después de nutrirme de él, he quedado saturado de triglicéridos. E incluso un poco mareado. Voy a por un agua Vichy y, de paso, hago un poco de país.
2 comentarios:
debo admitir que no es la comida más sana del mundo pero no puedo negarle a mi hija cuando me pide ir al mcdonalds en rosario que queda cerca de casa.. igual intento siempre cocinar yo para su buena alimentación
Clari... siempre es mejor su última opción: la de cocinar en su propia casa. Seguro que incluso sus hamburguesas son más sanas y sabrosas...
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