Si tanto en The Mummy como en su inevitable secuela (El regreso de la Momia), el héroe y su familia luchaban en tierras egipcias e inglesas contra el resurrecto Imhotep, en la recien estrenada cambian de tercio y, desde el lejano Oriente, se enfrentan a las malas artes de Ha, un malvado emperador de la antigua China al que acaban de despertar de un plácido sueño de más de dos mil años de duración.
Pocas novedades hay entre los dos primeros films y éste, a excepción de la entrada de un inexpresivo Luke Ford para encarnar al crecidito hijo del matrimonio O’Connell (y que, lógicamente, viene dado por la edad ya adulta del personaje) y de la sustitución de la sosísima Rachel Weisz por la siempre más estimulante Maria Bello, un trueque, este último, que potencia un tanto la eclipsada figura de Evelyn, la esposa de Rick y que, al fin y al cabo, se convierte en lo mejorcito de un producto dotado de poquísimos alicientes. Al menos, la Bello, en su divertido (aunque astracanado) rol de madre sufridora, se hace con los momentos más destacados y simpáticos de esta Momia.
Rob Cohen, un digno (aunque irregular) realizador especializado en cintas de serie B, toma el relevo de Sommers en la dirección y convierte erróneamente su trabajo en una forzada y exacerbada caricatura sobre sus heroicos protagonistas, recargando la tinta en un sinfín de chistes y gags a cual menos gracioso. Con ello, y aún manteniendo un buen pulso narrativo en sus numerosas y trepidantes escenas de acción, se olvida por completo de guardar un mínimo de coherencia formal dentro de lo que significan los parámetros fantásticos (e internos) de la cinta, tal y como ocurre con las alternativas maneras de luchar y afrontar el peligro que exhibe el titánico emperador Ha; esa momia a la que da vida un Jet Li de terracota y totalmente deslucido bajo ineludibles retoques informáticos.
Un pequeño ejército formado por yetis gigantescos, diversos saltos a lo Tigre y Dragón (en claro homenaje a la presencia de Michelle Yeoh y al dominio de las artes marciales por parte de Jet Li), un inmenso guiño a uno de los clásicos de Frank Kapra u otro a las huesudas milicias de Jasón y los Argonautas, son algunos de los mínimos aciertos que aporta un título tontorrón que, por derecho propio, se alza como el peor de la ya de por sí discutible saga (¡que ya es decir)
La Momia: La Tumba del Emperador Dragón, supone una entrega llena de defectos que, aparte del anunciado y más que previsible conflicto generacional entre Rick y su hijo Alex , se muestra incapaz de añadir algún que otro concepto argumental nuevo a una serie ya momificada desde antes de esta entrega. Pero, a pesar de todos los pesares y gracias a sus nulas pretensiones, les puedo asegurar que entretiene al personal.
(que conste que la última línea es pura provocación a los defensores del último Batman)
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