
Mientras La Lengua de las Mariposas estaba ambientada justo antes de estallar la Guerra Civil, Los Girasoles Ciegos se sitúa en Orense en 1940, un año después de finalizar la contienda. Los de la posguerra fueron unos tiempos de oscurismo y terror. Militares y sotanas eran el claro símbolo de una España ciega de tanto tostarse cara al sol. Un país dividido, en el que los perdedores debían someterse a los caprichos de la política y los dictados de la religión. Un país en el que algún que otro republicano, atemorizado ante la posibilidad de caer en manos de los nacionales, decidió esconderse de por vida ya desde los incios del conflicto bélico, tal y como hizo Ricardo, un personaje clave en el film.


Los Girasoles Ciegos no ofrece nada nuevo a un género que en España fue, y sigue siendo, el pan nuestro de cada día para muchos directores. La guerra y las miserias de la posguerra; una propuesta que empieza a resultar cansina y que, en general, siempre gira sobre los mismos elementos. De hecho, lo más remarcable del trabajo de Cuerda estriba en su perfecta dirección escénica y artística, capaz de transportar al patio de butacas hasta las calles de una Orense provinciana y de total credibilidad, tanto por su aspecto visual como por el insinuado retrato de los usos y costumbres de unos habitantes que vivían en la incerteza total.


Dejando a un lado la repelente y cargante actuación del pequeño Roger Princep (el mismo niño que protagonizara El Orfanato), interpretativamente hablando, lo mejor de la cinta se localiza en la sorprendente recreación que del padrecito Salvador hace un desconocido Raúl Arévalo. Y digo desconocido porque, por vez primera y alejándose de los quincorros a los que suele encarnar, cambia por completo de registro y logra dotar a su obsesionado diácono de un sinfín de matices que ayudan a comprender mejor la lucha interna de un ser que, temiendo a la condenación eterna por el pecado de la carne, se muestra dispuesto a todo con tal de catar la manzana de esa Eva con el rostro de Maribel Verdú. Curiosamente, con su labor, el personaje más oscuro y resbaladizo del film se convierte en el más atractivo para el espectador, desbancando incluso la fuerza innata que siempre ha caracterizado los trabajos de su partenaire femenina.

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