El otro día, dando un vistazo a uno de los canales del satélite, me di de bruces con ella; con esa moza de carnes tersas que ya casi tenía en el olvido y que tantas experiencias prematrimoniales me había mostrado. La película en cuestión era Una Chica y Un Señor. Año 1974. O sea, por aquel entonces, la niñita acaba de cumplir los 19; una zagala espabilada que conducía sola, con su automóvil, por soleadas y calurosas carreteras manchegas y que, con la intención de saciar su sed, no tenía problema alguno en hacer un alto en el camino y amorrarse a una Coca-Cola, ante la atenta mirada de los parroquianos de un recóndito bar de pueblo. “¿Quién fuera Coca-Cola?”, pensó más de uno de los allí presentes...
Y ello sólo era el principio del film, justo durante los títulos de crédito iniciales. Sólo hacía unos pocos meses que Carrero había subido a los cielos. La censura franquista continuaba férrea, pero la Muti, a lo largo del metraje, se las compuso para provocar un poquito más al personal. Primero el refresco y, hacia media película, el vasito de leche (es de suponer que de vaca y entera) antes de meterse en el sobre.
Observen atentamente las dos fotos. Imaginen lo que les dé la real gana. No pongan freno a sus más oscuros impulsos. Suéltense y, a través de los comments, escriban las sensaciones que les motiva la chiquilla. Slogans publicitarios, ideas perversas, sutilidades varias... No se corten; se aceptan todo tipo de sugerencias. Este es un juego en el que también se permite la participación de señoras y señoritas... Venga, ¡p'alante!...
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