Su fama de mujeriego y de bebedor, no le fueron obstáculo alguno para que se codeara con la florinata de la intelectualidad europea y americana de los años 50 y 60, y con personajes ligados directamente con el mundo del cine, desde Federico Fellini hasta Louis de Funès, negocio en el que se coló como actor gracias a Louis Malle. La propia Audrey Hepburn le llamó para que interpretara un pequeño papel en Desayuno con Dimanates, una de las comedias más reputadas de Blake Edwards. Así era su vida social, igual de desordenada que sus pensamientos e ideales políticos: del falangismo al socialismo, llegando incluso a simpatizar con el comunismo... y ello a pesar de autodefinirse como "monárquico genético".
Escritor, actor, contertulio, periodista... Un camaleón de la cultura, la política y el espectáculo que, de la mano de Berlanga y en Patrimonio Nacional y Nacional III, supo tomarse en broma a sí mismo dando vida a un aristócrata venido a menos.
Un poco de todo y a grandes dosis. Su paso por este planeta fue tan complejo como su propio apellido, pues incluso hoy, en muchas páginas de Interney (empezando por la IMDB) y en diversos medios de comunicación, la elle se la han colocado en el lugar incorrecto.
A buen seguro que, en su tumba, algún amigo o alguna amante le dejará unas cuantas botellas del mejor champagne francés. Descanse en paz.
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