28.8.07

EN RESUMIDAS CUENTAS: Problemas para despegar y problemas para mantener el vuelo

Hay un par de títulos en la cartelera barcelonesa que, cada uno en su estilo, parecen aguantar estoicamente en pantalla desde hace unas semanas. El primero y más interesante de ellos es Whisky Romeo Zulú, una sencilla producción argentina del 2004 que, con muy poco presupuesto, se alza como una contundente crítica sobre el modo de actuar de ciertas compañías aéreas. En concreto, y basándose en un caso real ocurrido en el seno de la empresa de aviación LAPA, la cinta hurga en los chanchullos y tejemanejes que, a finales de los 90, se traían entre manos los responsables de la misma con la (nada escrupulosa) finalidad de abaratar costes en las tareas de mantenimiento de su flota aérea; un modo de actuar que desembocó en tragedia. El 31 de agosto de 1999, un avión de dicha empresa se estrelló en un punto concreto de la ciudad de Buenos Aires; un accidente más que anunciado en el que perdieron la vida 67 personas.

Enrique Piñeyro es su director, guionista y actor; un hombre que decidió ejercer de Juan Palomo para escribir esta historia, interpretarla y situarse tras la cámara porque él, en carne propia, sufrió todo el tenso proceso político y empresarial que, plagado de amenazas y engaños, culminó con la citada desgracia aérea. Piñeyro, en la vida real, fue el único piloto de la compañía que, a riesgo de perder su empleo, denunció a cara descubierta el mal estado de la mayoría de aviones que LAPA utilizaba para sus vuelos comerciales.

Por tratarse de una ópera prima, el hombre ha logrado salir airoso con sus intenciones y, a pesar de no tratarse de un producto redondo, mezcla con soltura el melodrama implícito en el caso con su tenso tono de thriller socio-político; un thriller muy en la tónica de los que nos obsequió Costa-Gavras en sus primeros años. A Whisky Romeo Zulú (título que abriga, en realidad, el nombre del avión siniestrado) le cuesta mucho despegar. Su primera parte es poco clarificadora, lenta y reiterativa. Pero una vez alzado el vuelo, justo cuando el realizador pone toda la carne en el asador, la película cobra una fuerza inusitada (aunque le sobre un poco una innecesaria historia de amor que cuela un tanto a la fuerza). En su denuncia se muestra ácido y corrosivo, y satisfactoriamente punzante con el retrato que hace de aquellos soberbios jerifaltes que, sin ningún tipo de escrúpulos y jugando con la mentira como única verdad, antepusieron sus intereses económicos a la seguridad de sus clientes. Y lo peor de todo es que, episodios similares al que se narra en el film, siguen aconteciendo en demasiados lugares… ¡Ya verán ustedes la que se nos va a caer encima cuando privaticen definitivamente ciertos servicios públicos…!

Ni que decir tiene que, por su interés intrínseco, esté título se ha convertido en uno de los más vistos, en los últimos tres años, pos distintos profesionales del sector aéreo.


Si la permanencia en cartelera de la película de Piñeyro resulta más que comprensible, el fenómeno de ¿Por Qué Se Frotan las patitas? ya pasa a formar parte del esoterismo y lo paranormal. Les aseguro que, ante tal producto, no hay explicación razonable alguna para llevar casi dos meses seguidos en pantalla. De hecho, tuvo su primer estreno en Barcelona a finales de noviembre del 2006 y, debido a la poca (o nula) asistencia de público, fue retirado a la semana siguiente. Pero, tal y como les decía el otro día, los tiempos están cambiando (y para mal), pues se reestrenó, con honores de estreno, a principios de julio... y sigue, y sigue... (a pesar de que incluso está editado en DVD)

¿Por Qué Se Frotan las Patitas? es una comedia que, sin pudor alguno, copia descaradamente el estilo adoptado por Martínez Lázaro en El Otro Lado de la Cama. Es decir, un musical a la española, en el que la mayoría de sus números coreográficos -interpretadas en playback, aunque bailados por su elenco de actores- se amparan en adaptaciones de temas que se hicieron populares en su día. Precisamente, en estos nuevos arreglos musicales, es en donde se encuentra lo mejor de un film tan olvidable e irregular como éste. De entre tales, cabe destacar la rítmica variación del festivalero Aserejé o la excelente y original revisitación de la Camilosestina Vivir Así Es Morir de Amor.

Al contrario que Whisky Romeo Zulú, éste es un trabajo dotado de un despegue magnífico y prometedor. El dibujo que hace de todos los miembros de una familia a punto de desmembrarse resulta brillante. Pero ello dura tan sólo los quince primeros minutos de proyección. Luego, al margen de algún que otro número musical aceptable, no sabe mantener el vuelo constante, cae en picado y se estrella. Álvaro Bejines, su realizador, busca la caricatura y, con ello, aparecen todos los tópicos sobre películas con familias al borde del abismo: la Maruja amargada por tener que acarrear con todas las tareas domésticas; el marido machista, comilón y gandul; la suegra viuda, liberal y espabilada…Nada nuevo bajo el sol, vaya.

Un guión prácticamente nulo que, vacilando entre la comedia costumbrista, el musical y el melodrama, se queda encallado sin decantarse por ninguno de los géneros tanteados. Una película astracanada (sólo hay que fijarse en el amanerado Manolete, el patético personaje del detective interpretado por Manuel Morón), exenta de personalidad, vacía de intenciones y previsible en demasiados aspectos. Roba de aquí y de allá y, al mismo tiempo, logra llevar hasta el límite del histrionismo a sus actores. Es más: les puedo asegurar que, por lo que a mí respecta, jamás había visto hasta el momento una mala interpretación de Antonio Dechent. Ya lo dicen los más sabios del lugar: siempre hay una primera vez… aunque se estrene de segundas.

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