El mundo del cine a veces resulta curioso, por no decir absurdo. Años y años sin aproximarse jamás a la estrambótica figura del desaparecido Truman Capote para que, de golpe y porrazo y con poco más de un año de diferencia, se hayan estrenado un par de títulos en los que, aparte de tener al escritor como personaje protagonista, se analiza el proceso de construcción de A Sangre Fría, una de las obras mejor consideradas de la literatura contemporánea y que fue llevada a la pantalla grande, a finales de los 60 y de manera magistral, por Richard Brooks.
A pesar de que la producción de las dos películas fue casi paralela, la primera en llegar fue Truman Capote, una excelente recreación de esa etapa del escritor por la cual, Philip Seymour Hoffman, conseguiría el Oscar a Mejor actor debido a su inolvidable creación. Justo el pasado viernes se estrenó Historia de un Crimen, la patética traducción española de Infamous, un título mucho más sutil y que, además, en sus atractivos créditos iniciales, permite a su director, Douglas McGrath, una curiosa chanza con la susodicha palabra ya que, suprimiendo una de sus consonantes, logra un retrato ingenioso sobre la bipolaridad del personaje de Truman Capote. Así, I Famous (Yo Famoso), con la aparición de la “n”, se convierte en InFamous (Infame).
Es inevitable la comparación entre las dos películas ya que ambas, de manera indiscutible, buscan lo mismo, aunque el tratamiento y las intenciones finales sean absolutamente distintos. Las dos parten del mismo hecho: el descubrimiento, por parte de Capote, de una noticia en el New York Times en la cual se informaba del brutal asesinato de una familia de granjeros, y de la fascinación que la misma despertó en el literato. Mientras Truman Capote se mostraba bastante fría y distante con sus personajes, Historia de un Crimen parece arroparlos mucho más, al tiempo que su realizador esgrime su valentía atreviéndose a dibujar al escritor como a un ser un tanto maniqueo, individualista y enfermo de soberbia. Su relación con uno de los dos acusados del crimen -a los que interrogó para obtener datos personales para su novela-, demuestra claramente tal descripción, ya que ésta bascula entre la atracción y la falsedad.
Pero en donde mejor se mueve el film es en dos aspectos muy concretos y en los que, en general, domina un tono de comedia que puede recordar, en muchos momentos, al estilo de humor empleado por Woody Allen en situaciones similares. En primer lugar se encuentra la satírica manera de presentar a la intelectualidad snob del Nueva York de los 60, un grupo de pedantes elitistas que, a su manera y en su universo, no eran más que un corrillo de porteras chafardeando en una peluquería. Y, en segundo lugar, en el jocoso juego perpetrado por Douglas McGrath con la presencia de un tipo tan singular como Truman Capote en medio del pequeño enclave de esa América profunda en la que ocurrió el sangriento crimen; una América que no acaba de entender el modo y los ademanes del escritor y que, a sus ojos, se convierte en una especie de marciano recién llegado de otro planeta.
Historia de un Crimen es un film elegante, ingenioso, divertido y crudo; muy crudo. Un producto perfectamente orquestado que, por su tratamiento, se convierte en un magnífico complemento de Truman Capote, su título predecesor, y en el que el inglés Toby Jones, dando vida al reconocido novelista norteamericano, no tiene nada que envidiar al oscarizado Seymour Hoffman. Personalmente, diría que Jones enfatiza menos los exagerados ademanes del personaje y, físicamente, resulta incluso bastante más parecido al real. Y allí, al lado de este hombre menudo y, a veces, un tanto infame, está ella: una Sandra Bullock capaz de aceptar nuevos retos en su carrera y sacarlos adelante con nota alta. Dando vida a Nelle Harper Lee, la autora de Matar a un Ruiseñor e íntima amiga de Capote, la Bullock está sorprendente e inmensa y, con su atípico trabajo, acaba dándole una dimensión entrañable a una mujer que, en el fondo, fue la única persona capaz de comprender las ambiciones del escritor y la obsesión de éste por crear un nuevo tipo de periodismo.
Si ya vieron en su día Truman Capote, no les dé pereza enfrentarse a esta nueva visión. Una visión paralela pero con elementos muy distintos y en la que, ante todo, se escarba en la dificultad creativa y psicológica de un autor por querer superar siempre su obra anterior. Una perfecta congregación entre la comedia y el melodrama en la que, al mismo tiempo, podrán recuperar la presencia, entre otros, de actores de la talla de Sigourney Weaver, Isabella Rosellini, Jeff Daniels o el mismísimo James Bond (Daniel Craig), aquí reconvertido en Perry Smith, uno de los dos criminales que fueron condenados a la pena de muerte.
No se la pierdan. Ni mejor ni peor que su antecesora: sencillamente una película brillante.
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