18.6.07

EN RESUMIDAS CUENTAS: Entre idiotas anda el juego

El nombre de Mike Judge siempre irá asociado a los de Beavis y Butt-Head, esa pareja de adolescentes descerebrados que triunfaron gracias a sus apariciones animadas en la MTV, y a los que el realizador acabó dedicándoles un divertido largometraje. Ahora, el responsable de esas dos anormales criaturas, acaba de estrenar su nuevo film, Idiocracia, una comedia que recupera ese habitual estilo destroyer del que también hizo gala en Trabajo Basura.

Idiocracia está ambientado en un futuro lejano, concretamente en el año 2506, en el que el planeta Tierra se ha convertido en el primer vertedero universal de escombros; un lugar superpoblado, en donde sus millones de moradores han perdido definitivamente el don de la inteligencia. Justo en medio de esa caterva de seres burdos y aborregados, despertará un militar que fue hibernado a principios del siglo XXI. Éste, a pesar de tratarse de un tipo dotado de muy pocas entendederas, se alzará como el ser más inteligente de la esfera terrestre.

Una película pequeña, fiel al humor esgrimido siempre por su director y que destaca, ante todo, por la falta total de pretensiones y por no poseer ni un solo plano filmado mediante las nuevas tecnologías digitales (a pesar de ello y de manera satírica, en los títulos de crédito finales, se asegura que todo el metraje ha sido rodado, en su integridad, con ayuda informática). Los gags que esgrime son tan básicos y rústicos como los habitantes de la Tierra: o sea, la escatología en grado sumo y la obsesión por el sexo están a la orden del día. Y, en contra de lo que pueda parecer, Mike Judge lo hace con gracia, pues el hombre domina a la perfección el arte de la no elegancia.

Cine basura (nunca mejor dicho) y transgresor, protagonizado por una cantidad ingente de idiotas y destinado a un público gamberro con ganas de pasárselo simple y llánamente bien. La exageración al poder podría ser una de las máximas de un creador que, por ejemplo, se muestra capaz de convertir en afroamericano al mismísimo presidente de los EE.UU. : un tontainas de color con idéntica indumentaria y ademanes que los que lucía el desaparecido James Brown. Personalmente disfruté de verdad, a pesar de que el guiño final a Gladiator se alarga hasta límites insospechados. Pero, en este caso, me parece muy perdonable dicho exceso.


Otro zumbado que pulula por las pantallas es el amigo Bean; un tipo mezquino y bastante guarro que, a lo tonto a lo tonto y gracias a Las Vacaciones de Mister Bean, lleva ya más de dos meses y medio instalado en la cartelera barcelonesa. Un récord bastante incomprensible por tratarse de un producto en exceso facilón y aburrido, en donde lo mejor se localiza en su primera media hora de proyección, justo cuando se presenta el inicio de las vacaciones que nuestro hombre ha ganado en un sorteo de su parroquia londinense. Un irrepetible recorrido a pie por las calles de París y un delirante almuerzo en un lujoso restaurante de la capital, significan el prometedor punto de partida de una película que, a partir de ese momento, se convierte en un trabajo rutinario, insustancial e interminable.

De hecho, este es el segundo largometraje que protagoniza el actor Rowan Atkinson amparándose en el celebrado personaje que creó, a principios de los 90, para la exitosa serie de la Thames Television. Aquí, a pesar de sus intenciones por desmarcarse de la irregularidad de su primera entrega cinematográfica (Bean), en esta nueva intentona para la pantalla grande, vuelve a demostrar su incapacidad para conseguir que el espectador aguante el interés más allá de los 20 minutos habituales que duraba cada uno de los episodios televisivos. Y es que, en este caso, cuando la cinta intenta centrarse en un argumento mínimo (lleno de innecesarios homenajes al festival de cine de Cannes), la propuesta se estrella en picado. Demasiadas muecas y muy poca chicha.


¡Maderos, 091! es la confirmación definitiva de que no hay dos sin tres. En este caso, los imbéciles de turno son un grupo de policías de la ciudad de Reno que destacan por su ineptitud. Un congreso de agentes de la ley, a celebrar en Miami, será el recurso argumental que alejará a éstos de su ubicación habitual. Un secuestro masivo, con la posibilidad de que 2000 policías mueran a causa de un atentado bio-tecnológico, será el leit motiv que transformará a la pandilla de inútiles recién llegados a la ciudad, en los ejemplares patrulleros que deberán salvar a sus compañeros de profesión.

Al igual que Las Vacaciones de Mister Bean, esta película se basa en Reno 911, una serie de televisión que empezó a emitirse el año 2003 a través de la cadena norteamericana Comedy Central; una serie que, a su vez, se trata de una clara parodia de Cops, un especie de reality show que, cámara en mano, seguía los pasos de varios policías a lo largo y ancho de los EE.UU. y que, hace algún tiempo, pudo verse en España a través de Antena 3.

Producida inexplicablemente por Danny DeVito, ¡Maderos, 091! es el claro sinónimo cinematográfico de la chabacanería. El mal gusto llevado a su máxima expresión. No hay guión, no hay historia, no hay interpretación que valga. Todo es cuestión de poner la cámara y conseguir que un grupo de actores hagan el payaso, ante ella, sin pudor alguno. Cada escena es una situación nueva, a cual peor. El que uno de los protagonistas se suelte un pedo o muestre ademanes afeminados es el súmmum de la expresión cómica por parte de Ben Garant, su director y creador de la serie original. Ya se pueden imaginar el resto del metraje. Sólo les diré que la peor de las Locademias de Policía, a su lado, es una obra maestra. ¡Y para ello, han necesitado la friolera de tres guionistas!

Botarate el que no bote.

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