Rosario Tijeras vive en el Medellín de los años 80; un Medellín en donde el cártel de la droga y la violencia provocada por éste se respira a cada minuto en sus calles. Una ciudad en donde aún impera el barraquismo; una ciudad pobre, sucia y con olor a pólvora y sangre; una ciudad de la que Rosario Tijeras forma parte de su engranaje. Ella es joven, muy atractiva y misteriosa. Posee dos armas esenciales: una mata, la otra seduce. Se trata de las dos armas que ha elegido para subsistir en un ambiente miserable y ruin. Los hombres la buscan. Ella los utiliza como meros instrumentos para saciar su sexo. Es una mujer solitaria y dura. Muy dura. Posiblemente, lo peor que le podría pasar a uno es ser besado por una damisela como ella, de profesión asesina a sueldo.
Tijeras es su mote. No se lo ha puesto al azar. Es una elección premeditada, pues le remite a un hecho oscuro que definió su carácter y su particular (y arriesgada) toma de posición ante la vida. Sólo ama a una persona, a su hermano; un joven que, al igual que ella, anda jugando con las drogas y las armas. Es el único mundo que conocen y al que inevitablemente se deben. No tienen otra elección posible.
Ellos forman parte del Medellín más oscuro. Un Medellín peligroso y austero que ha retratado, a la perfección en su película, el realizador mejicano Emilio Maillé. Basada en una popular novela de Jorge Franco Ramos (acreditado también como guionista), el trabajo de Maillé ha buscado el lado más desgarrador del retrato de una mujer quemada por estar atrapada en un círculo vicioso del que jamás podrá escapar. Necesita su trabajo y al mismo tiempo lo odia. La frialdad de sus relaciones con los hombres por los que se siente atraída y la intensa manera de vivir el sexo con ellos, plasma a la perfección la dualidad en la que vive inmersa. El sexo, para Rosario, es una válvula de escape a sus angustias diarias.
Flora Martínez es la chica que da vida a Rosario. La actriz es parte imprescindible dentro de la película. Su creación es fascinante, magnética. Tanto por su físico como por su interpretación; un trabajo que mezcla varios registros con total desenvoltura: asesina sin escrúpulos, hembra fogosa o mujer derrotada. Tal cual como, seguramente, la imaginó Jorge Franco al crear el personaje principal de su novela.
El vasco Unax Ugalde y el colombiano Manolo Cardona dan vida a los dos amigos -lejanos al ámbito corrupto de Rosario-, que acaban colgados de ella. Cada uno a su manera. Uno en silencio, el otro apasionadamente. Uno entenderá las razones y acciones de Rosario; el otro no.
La cinta se mueve, a la perfección, entre el melodrama y el thriller. La parte melodramática es desgarradora, totalmente desalentadora y muy macabra; la frialdad del personaje de Flora Martínez es dolorosa. Su lado más cercano al thriller es violento y seco. De aquí te pillo, aquí te mato. No hay concesiones. Incluso es válido descargar todo un cargador sobre el cuerpo de un cadáver en el día de su entierro. Rosario Tijeras no tiene límites. Ni su director, quien, en un estudiado guiño de guión, entronca directamente con una de las películas más redondas de Brian De Palma, Atrapado Por Su Pasado (Carlito’s Way).
Véanla. Es una pena que no funcionara mejor en taquilla. Recupérenla a través del DVD o de la mula. Si es necesario, róbenla a su tendero habitual o a su mejor amigo. No se arrepentirán. Y, con total seguridad, por mucho peligro que implique, se enamoraran de esa fémina que anda con la fatalidad a cuestas. A mí me ha pasado.
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