20.6.06

Ustedes lo han querido: MEMENTO

Memento, el segundo largometraje del realizador londinense Christopher Nolan (y su primera producción norteamericana), es un trabajo fascinante. Cada vez que lo veo (y ya van tres) descubro nuevos detalles en su atípica e ingeniosa trama.

De hecho, se trata de un experimento cinematográfico; un experimento ante todo narrativo. Pero, al contrario que otros ensayos por el estilo, éste no posee pedantería alguna. Al contrario: sus elucubraciones visuales y argumentales no están puestas porque sí. La manera de contar la historia, de atrás hacia delante, es la mejor manera de involucrar al espectador en todo lo que le ocurre a su protagonista; una buena razón, perfectamente fundamentada, para jugar con el público.

Leonard es un hombre enfermo. Sufre una extraña enfermedad mental. Su memoria es reducida, mínima. Es incapaz de crear recuerdos recientes. Todo cuanto le ocurre se le olvida a los dos minutos, por lo que ha de recurrir a la ayuda de una Polaroid, a anotaciones en minúsculos papeles e, incluso, a tatuarse largas frases en su cuerpo para poder afrontar su vida. Al mismo tiempo, se ha propuesto vengar la vida de su mujer, la cual asegura fue violada y asesinada en su propio domicilio. Conoce el nombre de su asesino. Incluso es consciente de que alguno de los que le rodean pudiera ser el tipo que busca. Pero su memoria no es fiable. Y muchos, debido a su dolencia, saben a la perfección que lo pueden utilizar a su antojo.

Christopher Nolan aprovecha el trastorno del tal Leonard para colocar al espectador en su lugar. La cinta empieza con la última escena y, a partir de allí, empieza a retroceder en el tiempo, hasta finalizar con la que, en una narración estándar, habría significado el inicio de la misma. Aunque siguiendo un orden lógico, todas sus escenas están fragmentadas. Y, al mismo tiempo, todas ellas van unidas por otra escena, también fraccionada aunque de narrativa lineal. Ésta está filmada en blanco y negro y, en parte, en ella, se esconde la verdad sobre Memento. El instante en el que realizador, de manera magistral, funde el blanco y negro con el color, da la clave real de todo el -en apariencia- complicado intríngulis que nos ofrece.

Memento es un film de bajo presupuesto, pero con un look visual maravilloso. Un film sabio, intrigante y crudo. Más que el guión (magnífico, por cierto), su principal arma se encuentra en ese montaje invertido y meditado a conciencia que, en el fondo, lo convierte en un título difícil. La verdad es que hay que estar muy despejado para ir ligando toda la sincopada investigación que lleva a cabo el torturado personaje de Leonard, pero todo tiene su recompensa, ya que se trata de una película compacta e imprescindible. Parece una broma fácil, pero por su complicada estructura, les puedo asegurar que para ver Memento hay que encontrar el momento oportuno.

No sólo es un thriller fuera de lo normal, pues también esconde un drama personal de enormes dimensiones. Es uno de los títulos que mejor ha sabido reflejar las dolorosas consecuencias que pueden desarrollar un mal asumido sentimiento de culpa. El intentar escapar de la realidad, la mentira, el engaño, la soledad y el miedo a seguir viviendo son algunas de las constantes que se barajan en Memento. Como bien dice su protagonista, interpretado a la perfección por un camaleónico Guy Pearce, “por mucho que cierre los ojos, el mundo sigue aquí”.

Un trabajo original, no apto para palomiteros compulsivos, en el que además, aparte de Guy Pearce, se puede disfrutar de la presencia de la siempre enigmática Carrie-Anne Moss y de un todoterreno como Joe Pantoliano, poco antes de ingresar en la familia Soprano.

Sencillamente, una maravilla de película.

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