12.6.06

Ghost

Dieciséis años después de haberse quedado prendada de un espectro en Ghost, una Demi Moore más madura regresa a las pantallas gracias a En La Tiniebla, una cinta de género, en la que se mezclan algunos misterios, un par de fantasmas y un mínimo toque de suspense. Un producto prefabricado para rescatar a la estrella del letargo interpretativo en el que se encontraba y, al mismo tiempo, con la intención de convertirla en su protagonista (casi) absoluta.

No es una película para buscarle tres pies al gato. Las sorpresas son mínimas o, al menos, las pocas que hay, resultan muy previsibles. Se trata de un entretenimiento, de aire exageradamente británico (a pesar de que su realizador sea australiano de nacimiento) y muy en la tradición de viejos títulos como la inolvidable Luz de Gas, su principal referente. Es una película más, una de tantas de las que se han acercado al fantástico desde una corrección y formalidad incluso cargantes. La cinta, en su puesta en escena, denota esa aparente tranquilidad de la que tanto presumen en Gran Bretaña. Su ritmo narrativo es lento; la manera de mimar su preciosista y oscura fotografía se me antoja excesiva y el persistente y calmado retrato del deprimido personaje de Demi Moore acaba siendo reiterativo.

Un accidente inesperado y un aplastante sentimiento de culpabilidad hacen que Rachel Carson, una prestigiosa escritora norteamericana afincada en Gran Bretaña, abandone su lujoso apartamento londinense, y a su marido, para instalarse en una solitaria casona instalada en un acantilado escocés, frente a un viejo y abandonado faro y a unos cuantos kilómetros de un pequeño pueblecito costero, Su principal pretensión es borrar de la mente la muerte de su hijo pequeño y, al mismo tiempo, buscando el sosiego, poder terminar su nueva novela. Pero, como era de esperar, los fantasmas nunca descansan en paz.

Uno de los alicientes de En La Tiniebla se encuentra en el trabajo de la actriz. La mujer se esfuerza, al máximo, para volver a recuperar el status perdido en el mundo del cine. Y lo hace de manera creíble y sin pasarse de la raya en ningún momento, otorgándole una personalidad única a esa mujer amargada y solitaria que no puede alejar a su hijo muerto de su lado. La presencia de Demi Moore en pantalla es casi continua, lo cual no es culpa suya, sino de una mala planificación por parte de Craig Rosenberg, su director. Una errónea planificación que, por otra parte, convierte al resto del reparto en meros comparsas, más cercanos al puro anecdotario que a dotar de cierta entidad a los personajes con más relevancia (en teoría) dentro de la espiral de terror que envuelve a la escritora Rachel Carson.

Hay que reconocer que algunos pasajes del film -aquellos que tienen un tratamiento más gótico y fantasmagórico-, están perfectamente resueltos. Por momentos (no muchos), consigue crear una atmósfera de tensión interesante. Pero al igual que lo logra, es capaz de destrozar una buena idea al recurrir a truculencias narrativas y engaños fatuos. Hay un susto duplicado y en forma de muñeca rusa, enmarcado dentro de un sueño, el cual, a su vez, transcurre dentro del mismo sueño. Ni en las peores pesadillas en Elm Street se había llegado tan lejos. Y eso daña mucho a aquella formalidad aparente con la que Rosenberg trazó inicialmente su producto.

Es innegable que, aparte de la presencia apabullante de Demi Moore, la otra gran protagonista de la película (y casi lo mejor de todo) se encuentra en las espectrales (y bellas) localizaciones en las que ha sido filmada. La costa de Escocia da mucho juego para un producto de ciertas coordenadas como las de éste. La neblina, la lluvia, las tormentas, el rumor del oleaje, la presencia de un viejo faro abandonado o las leyendas ancestrales de las que se alimentan los moradores de esa tierra ayudan, en mucho, a crear los pasajes más brillantes de un trabajo tan irregular y estándar como visible.

Por cierto: o a la Moore se les están abriendo las cicatrices de sus numerosas operaciones plásticas o empieza a denotar sus 44 años de edad. Nada es lo que era y, a esta mujer, se le está afilando demasiado la nariz. Me voy a por la medicación.

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