Un Cerdo En Gaza significa el debut como director del
periodista y escritor franco-uruguayo Sylvain Estibal. Su ópera prima no es más
que una sencilla comedia, totalmente bienintencionada, que aboga por la
reconciliación de israelitas y palestinos bajo el prisma del humanismo y el
sentido del humor.
Su gracioso e insólito punto de partida es excelente:
un pescador palestino, vecino de Gaza, atrapa entre las redes de su barco a un
inmenso cerdo, animal caído al mar seguramente de otra embarcación. Como musulmán, ante
un bicho de carne prohibidísima por su religión y creyendo que se trata de un
castigo divino, piensa en primer lugar en deshacerse de él. Pero su precaria situación
económica le hace plantearse la posibilidad de venderlo, aunque sea a través
de conductos un tanto ilegales.
Estibal, en su primera parte, se muestra ingenioso
en muchísimos aspectos, incluso atreviéndose con la inserción de algún que otro
chiste ciertamente escatológico. Explota de forma controlada y efectiva la vis
cómica de su excelente actor protagonista, Sasson Gabai (un hombre que domina a
la perfección el gag físico), al tiempo que retrata, de manera espléndida y mediante un perspicaz y
gracioso tono satírico, la dificultad de vivir en un enclave fronterizo como
Gaza, situado en el eje del conflicto, justo entre el bloqueo israelita y la
vigilancia severa de los islamitas que controlan la zona.
La cosa funciona más o menos bien, hasta que llega
el momento de enfrentarse a la recta final y a una resolución más o menos digna.
Tanto ha enmarañado la historia del pobre pescador y su cerdo que, aparte de
caer en la mayor de las astracanadas, apuesta por un cursi y sonrojante epílogo
al más puro estilo del Viva La Gente; la manera más tonta de cargarse, de un
solo plumazo, todo lo anteriormente expuesto.
Un film original en su planteamiento, divertido en
su desarrollo y patético en su conclusión. Tal y como decía Billy Wilder, "nadie
es perfecto".
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