Partiendo en su título de un fragmento de la letra
de la canción Strawberry Fields Forever de The Beatles, con Vivir Es Fácil Con Los Ojos Cerrados, David Trueba nos obsequia con uno de sus films más redondos
y atractivos. Con la nostalgia como base, introduce al espectador en una muy
peculiar road-movie en la que involucra a un desencantado maestro de escuela cuarentón y a
dos jóvenes con propósitos muy distintos.
Ambientada en los años 60 en una España gris tocada
por la dictadura franquista, la cinta arranca con la presentación de Antonio,
un profesor provinciano, atrapado por la música de los Beatles, que, al
enterarse de la presencia de John Lennon en tierras almerienses para rodar el
film de Richard Lester Cómo Gané la Guerra, decide emprender un viaje en su
viejo automóvil hasta el lugar para conocer al músico en persona. En su
accidentado itinerario recogerá a dos compañeros que le apoyarán en su
odisea: Belén, una chica embarazada que huye del centro en el que estaba
recluida por sus padres, y Juanjo, un joven menor de edad que acaba de escapar
de casa.
Un trabajo optimista que, sin embargo, también es
capaz de retratar, de forma muy veraz, la tristeza de un país asfixiado a través
de sus protagonistas principales; unos personajes que buscan una salida a sus
respectivas vidas, tal y como queda intachablemente reflejado mediante un secundario de
lujo, un excelente Ramon Fontseré, que da vida al huraño aunque entrañable
Ramón, un catalán, padre de un hijo deficiente y minusválido, que ha encontrado
su refugio montando un cochambroso chiringuito, de nombre “El Catalán”, junto a
las playas andaluzas.
Una comedia agridulce, perfectamente delineada y con
guiños incluidos al cine de toda la vida (admirables e inteligentes, por su
paralelismo con la historia de Belén, las referencias a La Chica Con La Maleta),
que se perfila como uno de los productos españoles del año, tanto por lo
agradable que resulta su visionado como por la fantástica interpretación de
todos los actores, del primero al último, empezando por la fuerza con la que un
todoterreno Javier Cámara afronta el rol de Antonio, ese profesor agotado y
solitario que, en la figura de su adorado Lennon, busca la libertad que se le
negaba en esa España de charanga y pandereta.
Capaz de ensamblar a la perfección el melodrama con
la comedia y de afrontar el desconsuelo de sus personajes desde un prisma
esperanzador, David Trueba logra que el espectador salga del cine con la
sensación de haber vivido una experiencia reconfortante aunque, al mismo
tiempo, con el corazón un tanto encogido. Y es que son tantas las sensaciones
que transmite Vivir Es Fácil Con Los Ojos Cerrados que resulta imposible
resistirse a la melancolía.
Sencillamente espléndida.
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