7.11.13

El hombre atrapado


Hace tres años, en 2010, Mariano Barroso realizó para la TNT una serie televisiva, de seis episodios de veinte minutos de duración cada uno de ellos, que llevaba por nombre Todas Las Mujeres. A pesar de tratarse de un trabajo low cost y teniendo en cuenta la alta calidad de la misma, el realizar ha decidido remontarla, eliminando algunos pasajes (muy pocos), para su exhibición en pantalla grande. El resultado final se resume en un espléndido largometraje digno de competir con otras películas filmadas directamente para su pase en salas cinematográficas.

Manteniendo el mismo título que la serie original, Todas Las Mujeres muestra la historia de un tipo un tanto crápula, Nacho, un veterinario casado con la hija de su jefe que, aliándose con su joven amante, decide dar un golpe en la empresa de su suegro para después desaparecer del mapa. Pero nada sale como esperaba: la cosa sale fatal, su mujer le abandona y el hombre corre el peligro de ser detenido. En busca de ayuda para salir del atolladero en el que se ha metido, decidirá recurrir a las mujeres de su vida.


Filmada prácticamente en un escenario único (la casa en la montaña en la que habita), se trata de un melodrama que, tratado a modo de comedia, retrata a la perfección el carácter de un sujeto un tanto jetas en un momento en el que ve peligrar su cómoda existencia. Mujeriego, embaucador y mentiroso compulsivo, la cinta construye con inteligencia la personalidad del tal Nacho a través de las mujeres a las que acude en busca de auxilio.


Por la pantalla pasarán, de una en una, su propia esposa, su amante, su ex compañera, su madre, su cuñada y una psicóloga a la que pretende embaucar para conseguir un certificado que le pueda eximir de la cárcel. Seis actrices espléndidas (Lucía Quintana, Michelle Jenner, María Morales, Petra Martínez, Marta Larralde y Nathalie Poza) al servicio de un monstruo de la interpretación: Eduard Fernàndez; un Eduard Fernàndez en estado de gracia, alma mater del film que, con este trabajo, consigue la que sea posiblemente una de sus mejores actuaciones. Sobrio y alejado de cualquier tipo de histrionismo, el hombre aguanta estoicamente todo su metraje ante la cámara. No hay plano en el que no esté presente el gran Fernàndez. La naturalidad con la que afronta su personaje supera todos los límites. Tanto es así que, a pesar de meterse en la piel de un individuo odioso, logra transmitir cierto sentimiento de simpatía al espectador gracias a la picaresca con la que confecciona su papel.


Arropada por un guión sin fisuras, de ágiles e inteligentes diálogos y dotada de un perverso sentido del humor, logra romper con la posible teatralidad que se podría entresacar de la filmación en un espacio único debido al nervio y la sabiduría con los que Barroso ha afrontado el reto.

Un producto a tener en cuenta, muy en cuenta. Nunca un tipo tan desagradable como Nacho me había caído tan bien.

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