Da la impresión que la crisis no afecte directamente al público de
Sitges 2011. Hacía tiempo que no veía las sesiones tan abarrotadas de público como en esta edición. Todo un éxito para el equipo capitaneado por
Ángel Sala.
Anteayer cerré la jornada cinematográfica asistiendo a uno de los pases de
The Caller, una coproducción entre Gran Bretaña y Puerto Rico dirigida por el debutante
Matthew Parkhill. Un
thriller fantástico en el que se mezclan bucles temporales, muertes extrañas y el acoso telefónico a una mujer que está pasando por un proceso de divorcio un tanto traumático. Las ansias del tal
Parkhill por resultar más original que nadie, hacen que la trama que quiere colar al espectador resulte totalmente inconsistente, por no decir imposible. De nada sirve que logre un par de escenas inquietantes a lo largo de su proyección, pues el guión que las ampara no se puede pillar por ninguna parte. Suerte tiene el hombre del buen hacer de
Rachelle Lefevre, su protagonista femenina sobre la que recae el mayor peso de la historia, y de contar con la presencia de gente como
Stephen Moyer (el vampiro guapito de la serie
True Blood) o el gran
Luis Guzmán. A pesar de tener preparado ya el guión de una secuela, es un título a olvidar.

Otra historia es la que nos despertó ayer por la mañana, la esperada
Mientras Duermes de
Jaume Balagueró, un espléndido
thriller que retrata la maldad en estado puro a través del personaje interpretado por un
Luis Tosar fuera de serie:
César, el conserje de un inmueble del
eixample barcelonés que encuentra placer amargando la vida, de forma sibilina, a aquellos que le rodean y que está empeñado en borrarle la sonrisa del rostro a una de las inquilinas del edificio. Cínica y milimétricamente construida,
Balagueró coloca un marcado acento al suspense con que se acerca a las escaramuzas del perverso
César. Repite, como en
[Rec], metiendo la cámara en una comunidad de vecinos, aunque en esta ocasión su sentido del humor sea un pelín más enfermizo. Cercana en ciertos aspectos a
La Víctima Perfecta (aunque mejorando lo presente), se trata de una cinta ciertamente aterradora por lo que tiene de cercano y cotidiano el portero al que da vida
Tosar, intérprete sin el cual la película no habría sido lo mismo, ya que le otorga a su personaje una entidad especial, casi cautivadora. ¡Cómo me gustan los malos
malosos! Todo un festival del actor al que hay que añadir el morbo de ver a
Marta Etura, su pareja en la vida real, metida en el pellejo de su principal víctima propiciatoria. Un
Balagueró maduro que, por temática y ubicación física, haría las delicias del mismísimo
Roman Polanski.

En la sección
Panorama tuvimos que sufrir la nula trascendencia de
Jane Eyre, un nuevo e innecesario
remake de la inmortal novela de
Charlotte Brönte llevada a cabo por
Cary Joji Fyukunaga, un californiano (con nombre de japo) que desde Gran Bretaña ha apostado por resaltar las partes más sensibleras de la historia, olvidando erróneamente ese tono fantasmagórico y gótico que lucía el texto original o, sin ir más lejos, la brillante versión que en 1943 firmara
Robert Stevenson y que se estrenó en España bajo el título de
Alma Rebelde. Y es que esta nueva revisión, aparte de plana, se me antoja de lo más tedioso; una especie de telefilme sin ningún tipo de sustancia.

Les dejo. Hay más cosas que ver. Si el tiempo y la autoridad lo permiten, les seguiré informando. Manténganse a salvo y no confraternicen demasiado con su portero. Nunca se sabe por dónde van a salir los tiros.
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