Suerte que, para la entrega del Oscar a Mejor Actriz Secundaria, apareció una leyenda viva del Hollywood dorado y, a pesar de sus más de 90 años, arregló solito el cotarro por unos minutos. Kirk Douglas estaba allí, en el centro del escenario del teatro Kodak, demostrando que aún seguía vivito, coleando y con ganas de guerra. Todo un pimpollo (hecho unos zorros) que montó su particular numerito ante una Academia que, a pesar de haberlo nominado en tres ocasiones, jamás le premió con la estatuilla dorada y tuvo que conformares, en 1996, con un Honorífico.
Los premios fueron cayendo, sin apenas un apunte que rompiera las previsiones. El rey tartamudo se alzó como el gran triunfador de la noche: película, director, actor principal y guión original. El canto del cisne (negro) ya nos había adelantado, entre otros, el Oscar para Natalie Portman, el de mejor película de animación para Toy Story 3, el de guión adaptado para el gran Aaron Sorkin (La Red Social) y los premios técnicos de Origen. Christian Bale y Melissa Leo, su madre en The Fighter, se vieron recompensados por su esfuerzo como secundarios, mientras que los Coen, Bardem e Iñárritu se volvían de vacío a casa. Sorpresas 0. Aburrimiento 10.
A lo largo de las tres interminables horas de ceremonia, nos enteramos de la muerte de nuestra Reina del Mate, Amparo Muñoz, y al día siguiente de la de Annie Girardot, una de las musas del cine francés.
Y, para más INRI, durante el habitual transcurso del homenaje a los desaparecidos, se olvidaron de que en casa se nos fue Berlanga y en Francia María Schneider. ¿Qué se puede esperar de una Academia que en las nominaciones se dejó en el tintero a El Escritor, uno de los títulos punteros de la temporada? ¡Qué les den!
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