21.3.11

Caca, culo, pedo

Con Torrente 4: Lethal Crisis, José Luis Torrente vuelve a dar la vara desde la gran pantalla. Ahora en 3D, como si se tratara de una gran producción made in Hollywood. Santiago Segura, como siempre, escribe el guión, se coloca tras la cámara y se mete en la piel del personaje más guarro que ha parido el cine patrio. Con él, el cutrerío íbero vuelve a arrasar en taquilla.

Al igual que en entregas anteriores, lo mejor de la cinta se localiza en el personaje de Torrente. Fascista, racista, homófobo, putero, cobarde y mugriento: la bajeza total. Su speech ante la tumba de El Fary (el gran ídolo de su vida) no es más que la declaración de principios. de un tipo sin oficio ni beneficio que, en plena crisis económica, subsiste a base de explotar a un numeroso grupo de inmigrantes a los que alquila su pequeño e inmundo apartamento.

La sátira, aunque burda, ya está servida. El efecto sorpresa sobre la mezquindad del personaje ya se ha perdido pero por suerte, aunque sólo sea durante 90 escasos minutos, el reino de lo políticamente incorrecto entrará en nuestras vidas. Y Santiago Segura, en este aspecto, es todo un as. Al eterno “caca, culo, pedo” que tanta gracia les hace a los niños pequeños, le otorga una dimensión especial y, puesto en boca de sus frikis habituales, aún sigue provocando carcajas. Hace alta comedia de unos calzoncillos cagados o del primerísimo primer plano de un culo desnudo y en pompa. La sofisticación no existe en su casa. Y me parece perfecto. Y mucho más si con ello aún nos hace reír.

El secreto humorístico de las ventosidades y bajezas varias de Torrente estriba en que, tras él, vemos retratados a un montón de personajes innombrables que, bajo su españolismo retrógrado, nos amargaron (y continúan amargándonos) la existencia. Mientras televisiones en la línea de Intereconomía y similares entren a diario en nuestros hogares, Torrente seguirá existiendo. Y con él, toda esa cohorte de criaturas deformes nacidas al amparo de la telebasura y a las que, en muchos casos, querríamos defenestrar (o, si es menester, soltar por el hueco de la escalera).

La parada de los monstruos mediáticos ha vuelto a funcionar. El minutito de gloria al lado del franquista de Torrente está tan buscado como oro en paño. Defecar ante los desorbitados ojos de Ana Obregón, meter entre rejas a Kiko Matamoros (¿en honor a su gemelo?), dejar a Belén Esteban que todo le siga saliendo del coño o provocar que Kiko Rivera (el hijo de la Pantoja) despotrique de la música folklórica, es todo un lujo que sólo se puede pagar Santiago Segura. Y a quien no le guste, que no la vea.

Asesinos a sueldo, traidores, bufones, quinquis, inmigrantes, sexo, guarrerías españolas y, de propina, media horita de cine carcelario, con guiño incluido a Evasión o Victoria. ¿Quién da más? Además, contra toda previsión, sin abusar en demasía del 3D (por cierto, perfectamente aplicado) para resaltar efectos escatológicos varios. Yo me lo pasé pipa... aunque la película se vaya deshinchando en su parte final.

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