31.3.11

El internado

En Hailsham, un internado inglés situado en plena naturaleza, se cría y educa a varios niños destinados a una meta muy concreta en su adolescencia. La ausencia de sentimientos o la frialdad en sus relaciones personales, son sólo algunas de las prioridades del método de enseñanza al que son sometidos. Dos chicas y un chico, entre los que se establece un fuerte lazo de unión, empezarán a plantearse serias dudas sobre su “verdad” y su posible destino final. Este es, a grandes rasgos, el planteamiento inicial de Nunca Me Abandones, la nueva cinta de Mark Romanek tras la inquietante Retratos de una Obsesión.

Basada en la novela homónima de Kazuo Ishiguro, la película, a pesar de estar ambientada a finales de los 50, plantea una serie de cuestiones que la acercan de un modo muy sutil a la ciencia-ficción, convirtiéndola en una especie de mezcla cinéfila entre los universos literarios de Charles Dickens y George Orwell. Siempre en la frontera entre el melodrama y el fantástico, aunque sin traspasar la puerta y sin entrar de lleno en uno u otro género.

Su vaporosa indefinición es, claramente, uno de los principales defectos de un producto que se queda a medio camino de cuanto propone. Su halo de misterio nunca acaba de ser turbador, mientras que tampoco logra emocionar a pesar del toque de romanticismo con el que envuelve la relación triangular de sus principales protagonistas.

La frialdad con la que se acerca a sus personajes, las no muy convincentes (y distantes) interpretaciones de un casting a priori interesante (Carey Mulligan, Keira Knightley y Andrew Garfield) y su lenta (¡lentísima!) puesta en escena -seccionada por demasiadas elipsis narrativas-, hacen de Nunca Me Abandones una cinta fallida que resulta mucho más interesante por sus (buenísimas) intenciones que no por sus resultados finales.

Y no les cuento nada más, pues no querría destriparles las dos únicas e interesantes sorpresas que abriga su proyección y que, por otra parte, ya se han encargado de desvelar otros medios con menos escrúpulos. Y es que, en el fondo, la película se sustenta de ese par de materias incógnitas.

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