8.3.11

EN RESUMIDAS CUENTAS: Gente atrapada

Basada remotamente en un caso real, El Santuario (Sanctum) transporta al espectador hasta el interior de una red de cuevas subacuáticas en Nueva Guinea, lugar en el que un grupo de espeleólogos y submarinistas exploran el complejo entramado de cavernas que la componen. Una inesperada y torrencial tormenta tropical dejará a algunos miembros del equipo atrapados en el interior de la gigantesca gruta, entre ellos el jefe de la expedición, su hijo, el mecenas que la financia y la inexperta novia de éste. Tras la cámara, el australiano Alister Grierson; en la producción (e ideólogo de la cinta), James Cameron.

El cine claustrofóbico y con situaciones límites se ha puesto de moda. Y El Santuario, en este aspecto, explota inteligentemente todos los recursos que le ofrece el género. La angustia, el suspense y el sacrificio se alternan a lo largo del sinfín de trabas –muy en la línea de La Aventura del Poseidón- que deberán superar los personajes protagonistas en el intento por descubrir una salida antes de perecer ahogados.

El tal Griester maneja bien la historia. En el aspecto físico, las escenas de acción están perfectamente filmadas: en ellas, no faltan ni tensión ni crudeza. En el aspecto psicológico también se muestra igualmente cruel, plantea acertadamente varias dudas morales y se acerca minuciosa y descarnadamente a los numerosos enfrentamientos creados entre los pocos miembros supervivientes de un equipo desmembrado, de entre los que cabe destacar la tirante relación entre un padre exigente y un hijo que nunca se sintió arropado.

Dos horas de entretenimiento de alto nivel, muy en la línea del cine que siempre ha defendido James Cameron, su productor. Siempre yendo al grano y sin ahorrar en escenas ciertamente desgarradoras.


La Trampa del Mal es otra cinta que se apuntan a la vertiente más claustrofóbica del cine actual. En este caso, el escenario principal se sitúa en uno de los ascensores de un gigantesco edificio de oficinas de la ciudad de Filadelfia, dentro del cual han quedado atrapados cinco desconocidos. M. Night Shyamalan produce el cotarro, cediéndole la batuta a John Erick Dowdle quien, en esta ocasión, sale mejor parado que en su film anterior, Quarantine, el remake norteamericano de [Rec] .

De hecho, este es el primero de una serie de cinco títulos que, concebidos por el propio Shyamalan para ser dirigidos por otros cineastas, se englobarán bajo el título genérico de The Night Chronicle. Muy en la línea del televisivo Twilight Zone, La Trampa del Mal plantea una situación terrorífica y de alta tensión al anunciar la posibilidad de que uno de los cinco personajes inmovilizados dentro del ascensor sea el mismísimo Diablo en persona.

No es la primera vez que el cine se acerca a la claustrofobia que produce quedarse encerrado en un elevador. La alemana Vacío y la holandesa El Ascensor son dos claros precedentes, aunque La Trampa del Mal lo hace desde un punto de vista más cercano al del segundo film, en donde el fantástico tiene un papel preferente.

Un título pequeño pero efectivo. Serie B pura y dura. Poco más de 75 minutos le son necesarios a Dowdle para atrapar a la platea en medio de un espiral de horror, suspense y humor negro. No hay que buscarle tres pies al gato: sólo dejarse llevar y disfrutar de un producto cuya única pretensión es la de entretener.

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