Lo que engañosamente, en un principio, promete ser una comedia afable y entretenida, no es más que un cocktail explosivo compuesto de unas gotas de moralina y un mucho de cristianismo exacerbado. Una crítica desaforada sobre la (exageradísima) perdida de valores de la juventud actual que, por su tono reaccionario, parece haber sido escrita por integrantes de la derecha más radical.
Su postura antiabortista o la negación rotunda a las relaciones sexuales prematrimoniales, son sólo un par de los múltiples temas polémicos que plantea. Alcohol, drogas y demás vicios, por descontado que empezarán a ser erradicados del campus de Guanajuato gracias a los sabios consejos evangelizadores de Chano, el anciano que decide regresar a la facultad. Vergonzosamente, su director y guionista, el debutante Roberto Girault, osa esgrimir múltiples pasajes de Don Quijote de la Mancha (personaje con el que se identifica el tal Chano) como arma defensiva ante las materias que considera insanas.
El Estudiante es un film de esos que personalmente me molestan. Un título que considero ofensivo. Me revuelve las entrañas que se disfrace al conservadurismo de bondad. El “buenismo” que desprende el Chano atufa. Más que una película se me antoja todo un panfleto envenenado; un manual de buenos modales de aquellos que, durante el franquismo, eran de aprendizaje obligatorio en las escuelas.
Recomendada altamente a las juventudes pepistas. Seguro que babearán con la propuesta.
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