No se me vayan a asustar ahora por esa bandera inmensa que forma parte del cartel publicitario de En el Valle de Elah pues, en esta ocasión, tan manido estandarte posee, en el film, un protagonismo muy concreto y distinto a la utilización que han hecho del mismo otros cineastas más rancios. Paul Haggis, el director y guionista de la oscarizada Crash, usa el recuso de la bandera como arma crítica en contra del sistema y, ante todo, de la administración Bush.
La historia que plasma supone una nueva vuelta de tuerca sobre la Guerra de Irak y, ante todo, de las secuelas psicológicas y físicas de aquellos soldados que han regresado a casa tras haber pasado una larga temporada en el frente. Un nuevo Vietnam en el que la locura, la brutalidad, la muerte, la impotencia y las drogas, están dejando una huella profunda en la sociedad actual norteamericana.
Una visión en la que, al igual que hizo Robert Redford en Leones Por Corderos, apuesta más por reflejar los efectos del conflicto en tierra americana que en el propio Irak. Pero, al contrario que en la de Redford, Haggis evita el tono discursivo y desarrolla su argumento amparándose en un formato que navega entre el thriller policiaco y el melodrama familiar. Una intriga en la que sitúa, en el ojo del huracán, a un padre jubilado -y de pasado militar- en busca de un hijo desaparecido que recién acaba de regresar del frente iraquí. Ninguno de sus compañeros de acuartelamiento sabe nada de él, mientras que el cuerpo policial de la zona no está dispuesto a prestarle ayuda al considerar que se trata de una competencia directa del ejército. Un macabro giro de guión abrirá las puertas del infierno para ese padre desesperado, al tiempo que éste se irá desengañando de su estoica creencia en las coordenadas militares.
La poca coordinación entre las investigaciones llevadas a cabo por la policía y el ejército; las trabas de éste para entorpecer los resultados de las pesquisas policiales y ese falso honor que desgranan sus mandos (aunque para ello hayan de recurrir a todo tipo de mentiras y engaños), son algunos de los puntos en los que hace más hincapié el cuidado guión de Haggis y al que, sin embargo, le falla un tanto la parábola bíblica que, metida con calzador dentro de la trama, da título al largometraje.
Tommy Lee Jones es ese progenitor al límite del desespero y corroído por el sentimiento de culpabilidad; un Tommy Lee Jones espléndido y mesurado que, por esta interpretación, ha recibido una merecida nominación al Oscar por parte de la Academia. Y no sólo él está brillante en el film ya que, en la piel de una agente de policía solitaria y desesperanzada, Charlize Theron también lleva a cabo una magnífica composición a través de la cual refleja la inseguridad de las mujeres en aquellos lugares de trabajo en los que no son bien vistas (y, a veces, incluso humilladas) por sus propios compañeros, la mayoría de ellos hombres.
Al margen de los dos citados actores, y en un papel secundario aunque imprescindible, Susan Sarandon encarna a la esposa de Lee Jones mediante un controladísimo trabajo que retrata, con total perfección, el dolor y la impotencia por lo ocurrido a su hijo y, al mismo tiempo, el odio que vuelca sobre un esposo de quien no ha comprendido jamás el porqué tuvo que inculcarle, a su pequeño, su misma fascinación por la carrera militar.
En cuanto a estructura y pretensiones, en El Valle de Elah es un film muy diferente a Crash. La vertiente coral y la frialdad con la cual describía a sus protagonistas, ahora dan paso a un análisis más detallado y profundo del desencanto que asola a la ciudadanía norteamericana, extrapolándolo, ante todo, a los personajes de Tommy Lee Jones y Charlize Theron. Lástima que, para ello, tenga que recurrir a un ritmo narrativo demasiado lento y, por momentos, agobiante. Un poco más de ligereza, media horita menos de metraje, limando asperezas y no mostrándose tan reiterativo en ciertas cuestiones, y éste, finalmente, podría haberse convertido en un título emblemático a destacar sobre las numerosas películas que está generando el interminable conflicto bélico.
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