Hermanos. Una película danesa. Del 2004, realizada por una mujer, Susanne Bier. Alguno de ustedes, en sus comments, la recomendó de manera efusiva. El otro día me picó la curiosidad y acabé por descubrir un buen (pero muy irregular) producto que contiene ciertos paralelismos con la maravillosa Una Historia de Violencia, sobre todo en lo que hace referencia a la degradación de una familia.
La realizadora entra a saco en la disección de dos hermanos, Michael y Jannik. El primero es un hombre de éxito; ha triunfado en su carrera militar, está casado con la atractiva Sarah y tiene dos hijas de su matrimonio con ella. El segundo, Jannik, es la oveja negra de la familia; un perdedor nato, irresponsable, solitario y peleón. Tras la desaparición de Michael en Afganistán, tras haber sido enviado al lugar en una misión para las Naciones Unidas, el carácter de Jannik cambiará radicalmente, haciéndose responsable directo de su cuñada y sus dos sobrinas.
Éste es el arranque de Hermanos. Un arranque difícil, aburrido y con poca chicha (por no decir nula). Una larga hora de proyección en la que no ocurre nada de nada. El vacío más absoluto; la reiteración más reiterativa. Susanne Bier da vueltas y vueltas al mismo concepto: Michael es bueno y Jannik tiene malos instintos... Michael es bueno y Jannik tiene malos instintos... Mientras, un servidor, cansado de tanta insistencia en el tema, empezó a hacer juegos mentales de palabras con su título original (Brodre), para después terminar descubriendo los puntos más débiles de su realización: no hay espejo, ventana o cristal que no se resista a reflejar al director de fotografía con su cámara o a algunos de los técnicos y utensilios del rodaje. En ese aspecto, el film se muestra sencillamente horrible.
Pero la cinta danesa tiene sorpresa y, a los setenta minutos, sufre un cambio radical. Ese ritmo lento y esos personajes cansados, que por sus ralentizados movimientos parecían reumáticos, se ponen las Duracell y empiezan a agitarse. Ese aire de cine danés, en el que un personaje se puede pasar quince minutos mirando por una ventana sin abrir la boca, desaparece por completo. La mala leche entra en la historia a golpe de convulsiones.
Y lo hace de manera contundente, a través de una escena durísima y cruda, de una violencia física y psicológica pocas veces vista en el cine. Una escena genial que podría haber sido polémica en el caso de tratarse de una producción yanqui y comercial. De esas escenas a las hubieran tachado de maniqueas y falsas. Pero no, ¡cuidado!: se trata de una mujer con una cámara y de nacionalidad danesa. Ante tales premisas, los juicios de valor no existen para cierto tipo de críticos y espectadores,
Maniqueo o no, se trata de un pasaje genial que consigue trastocar de arriba a abajo las directrices de la película. Hermanos pasa a ser otra historia, mucho más rotunda y con personajes absolutamente perturbados. Es entonces cuando la película se convierte en prima hermana de Una Historia de Violencia. Hace olvidar todo el tedio narrativo anterior, sumerge al espectador en un melodrama asfixiante y enervado y plantea de nuevo el eterno tema de las secuelas de una guerra en sus combatientes.
Es una pena que esa minuciosa y magnética parte final no se vea compensada por un inicio menos tedioso. De no ser así, podría haber sido una obra maestra. Y la verdad es que tan sólo se queda en un film corrosivo, con pinceladas muy interesantes, una escena única e irrepetible y un terceto de actores a tener en cuenta.
Definitivamente, tras ver Hermanos, me apunto en mi agenda particular el nombre de Connie Nielsen, una belleza europea, cuarentona, con varias incursiones en el cine Made in USA y de cierto parecido físico con Maria Bello. Me encanta.
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