La otra tarde me vi, de un tirón, los cinco primeros episodios de la serie L, estrenada hace un mes en Canal +. Y, en contra de lo que esperaba, me sorprendió gratamente.
L (la clara inicial de la palabra lesbianismo) se centra en un grupo de amigas lesbianas, todas ellas residentes en la ciudad de Los Angeles. Y, por primera vez en televisión, trata el tema de la homosexualidad femenina de una manera natural. La serie sigue la misma tónica que, por ejemplo, la interesante Treinta y Tantos. O sea, analiza y disecciona el problema de la pareja y de la soltería desde un ángulo pocas veces visto con anterioridad en este tipo de productos. Y lo hace con desenfado y humor, sin cortapisas amargas y sin un ápice de victimismo en sus protagonistas, lo cual es muy de agradecer.
Esta primera temporada se centra, ante todo, en el personaje de Jenny, una joven recién llegada a la ciudad que está dispuesta a iniciar una vida en común con su novio. Pronto verá peligrar su estabilidad emocional tras conocer a Marina, una exótica y atractiva mujer propietaria de un bar de moda.
Por otro lado están Bette y Tina, una pareja estable que, para romper la monotonía de su relación, han decidido tener a un bebé, aunque para ello tengan que recurrir a la fecundación in vitro.
Por tratarse de un trabajo destinado directamente a la televisión, el sexo está tratado de manera clara. Raro es el episodio en el que no haya alguna que otra escena caliente, sin escatimar además en desnudos integrales y frontales. Y es que, aparte de tratarse de una serie insólita, L posee un ingrediente erótico muy elevado, retratando además a las lesbianas protagonistas como mujeres bellas y sensuales, echando por los suelos aquella estúpida teoría de que todas las bolleras eran igual que camioneros mal depilados. Espero que este toque sensual sea un elemento que siente precedentes.
L rompe tabúes y mitos falsos. La homosexualidad (femenina o masculina) es un elemento más de nuestra sociedad. Y ello lo demuestra describiendo las acciones y modos de actuar de su colectivo protagionista. haciéndolo como si se tratara de los heterosexuales habituales de la mayoría de series de toda la vida, con sus mismas neuras y sus mismos defectos. Ni más ni menos, por mucho que les pese a los retrógrados que se oponían a los matrimonios gays.
Lo confieso: me gustan las bolleras de L. De la primera a la última; de Jennifer Beals a Mia Kirshner. Además, resultan mucho más normales y reales que las Mujeres Desesperadas o las calentorras de Sexo en Nueva York. Al menos, estas recién llegadas a la caja tonta son de carne y hueso... aunque no se dejan tocar.
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