Es innegable que ante la cámara George Clooney resulta un tipo elegante y con porte, heredero directo de la galanura y estilo de Cary Grant. Pero no sólo ante la cámara demuestra esa clase, pues detrás de ella se ha descubierto como un director ingenioso y comprometido. Tal y como hiciera en su debut como realizador (la espléndida e incomprendida Confesiones de una Mente Peligrosa), en Buenas Noches, y Buena Suerte vuelve a retroceder al pasado más inmediato y oscuro de su país. Si en su ópera prima, basándose en un caso real, se ensañó con la CIA, en esta ocasión -y amparándose de nuevo en la realidad- arremete contra el senador Joseph McCarthy, el pilar más visible de la tristemente famosa Caza de Brujas.
Buenas Noches, y Buena Suerte se centra en el duelo mediático que sostuvieron el citado senador y Edward R. Murrow, un periodista y presentador de televisión con dos programas de máxima audiencia en la cadena CBS. Defensor a ultranza del medio como instrumento social, informativo y de denuncia, decidió exponer a la opinión pública las malas artes y los subterfugios esgrimidos por el político para arremeter contra supuestos comunistas y sus posibles simpatizantes.
Aparte de urdir una crítica sutil a la degradación (a todos los niveles) de la televisión actual, Clooney muestra casi todo el proceso desde el interior de los estudios de la CBS. En muy pocas ocasiones, a lo largo del metraje, sale fuera de ellos. Su interés se encuentra allí dentro, lugar desde el que analiza y desmenuza cada uno de los movimientos perpetrados por Edward Murrow y su equipo para dejar al desnudo la figura de McCarthy. Una peligrosa partida de ajedrez: destronar al político o ser destronado ya que, al mismo tiempo, el reportero soportó las presiones de sus superiores y patrocinadores.
La excelente fotografía en blanco y negro de Robert Elswit es uno de los ingredientes mágicos del film. Meticuloso en recoger el espíritu de las viejas cintas de los 50, se recrea con acierto en atractivos juegos de luces y sombras, sacándole un especial partido al personaje del obstinado Murrow, un fumador empedernido; las espesas cortinas de humo provocadas por su convulsiva adicción, se convierten en una de las constantes visuales de Buenas Noches, y Buena Suerte, en una época en la que la guerra contra el tabaco se ha convertido en un asunto casi insultante para los fumadores.
Casi todo el peso de la película recae sobre David Strathairn quien, con una sobriedad digna de encomio, da vida a Murrow. El hombre está soberbio: ni una mueca ni un gesto de más. Y guardándose un papel secundario, tal y como hizo en su trabajo anterior, está George Clooney, evitando no robarle ni un plano a su compañero y situándose al mismo nivel que el resto del excelente casting, incluido el propio McCarthy quien, a través de varias imágenes de archivo, se convierte en uno más de los actores. Cosas del cine.
Un film valiente y arriesgado que, de todos modos, se ve obligado a lidiar con un par de handicaps: por una parte la extrema frialdad y distancia que muestra con sus personajes y, por otra, la dificultad de poder superar a La tapadera (The Front) , un título de Martin Ritt, de coordenadas similares y de factura mucho menos hermética: casi la última palabra cinematográfica en cuanto a la Caza de Brujas se refiere.
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