Es una lástima que no descubriera Escarnio mucho antes, pues en todos los aspectos –empezando por su envolvente sonorización- la cinta posee una excelente factura. Veinticinco escasos minutos con sabor a buen cine. Habla de un matrimonio marcado por la desgracia, al igual que les ocurre a sus tres hijos trillizos. La rabia, el odio y la indiferencia son el detonante de una historia que se pasea por el fantástico y la tragedia. Raúl Cerezo, su joven director, ha sabido otorgarle a su propuesta un halo onírico en el que tan sólo falta la presencia de Hansel y Gretel.
El hombre demuestra un gusto exquisito por la imagen, así como un dominio envidiable para crear atmósferas misteriosas y angustiosas. Su fotografía se convierte en uno de los principales protagonistas de Escarnio al combinar todo tipo de gamas de colores: cielo rojizos, cobrizos o grises, siempre en función del grado de dramatismo de lo que acontezca en pantalla. Y con este tratamiento ensambla su meticulosa fotografía con el guión, logrando así un efecto sorpresivo y a veces aterrador.
Cerezo conoce bien el mundo del cine. Es por ello que, en un tiempo mínimo, vuelca toda esa sabiduría en función de su pequeño e intenso relato. No es de extrañar que ciertos pasajes me hayan recordado al mítico padre Karras de El Exorcista o a la fantasiosa Dorothy Gale de El Mago de Oz. No son guiños directos, pero están allí presentes, escondidos en la memoria de su realizador, igual que esos maravillosos contraluces con los que John Ford enmarcaba en una puerta a John Wayne y que en Escarnio denotan la misma y deslumbrante elegancia.
Una ácida y cruda crítica a la hipocresía humana y, por extensión, a esa gente incapaz de afrontar sus propias desgracias y que, influidos por pequeños monstruos de esos que habitan agazapados en la mente, intentan huir de la realidad, refugiándose en irreales mundos de ensueño que jamás estarán a su alcance real.
Escarnio: un corto interesante. Apúntense el título y si algún día lo pueden pillar por alguna parte, no lo dejen escapar. Y, sobretodo, quédense con un nombre: Raúl Cerezo. Promete. Y algún día nos va a dar una sorpresa. Yo, por si acaso, me apunto rápido entre sus futuros y posibles recomendados para un silloncito en el Ministerio de Cultura.
Por cierto, no dejen de darse una vuelta por la página web oficial de Escarnio. Vale la pena.
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