La séptima jornada del Sitges 2013 fue, para mí,
bastante tranquila. Ese cuerpo serrano que me lleva a todas partes ya empezaba
a estar agotado. Con el visionado de dos películas, cumplí de sobras con mi
presencia en el certamen.
A primera hora de la mañana me enfrenté con Gallows Hill, una producción norteamericana, filmada íntegramente en Bogotá (Colombia)
y dirigida por el barcelonés Víctor García. La historia es la de siempre: un
grupo compuesto por un viudo, su prometida, la hija del primero y el compañero
de éste, durante un viaje por Colombia, sufrirán un percance que les llevara
hasta un destartalado y solitario motel ubicado en medio de un bosque. Allí, además
de ser mal recibidos por un viejo hosco, tropezarán con una serie de fenómenos terroríficos
directamente relacionados con un acto de brujería que afectó, años atrás, a los
propietarios del local. De factura impecable, aunque copiando demasiados detalles
de otros títulos de similares características, la cinta transcurre entre susto y
susto (a cual más previsible) y un batiburrillo idiomático que mezcla el ingles con el español de Colombia. Un film correcto, con actores de tres al
cuarto, que peca de darle más importancia a su look visual y a su apartado
técnico que en centrarse en esbozar un guión más coherente y atractivo. Muchos
sobresaltos (previsibles) pero poca chicha.
Como remate, asistí a la proyección de Big Bad Wolves, la esperada película israelita de la que Quentin Tarantino aseguraba ser
el mejor producto del año. Dirigida al alimón por Aharon Keshales y Navot
Papushado, se trata de la crónica de una venganza; la de un padre que, tras ver
como su hija es secuestrada por un maníaco y ante la impotencia de ver el nulo
avance de la investigación policial, decide raptar al psicópata para hacerlo
cantar mediante métodos muy poco ortodoxos. Deudora de una primera escena
magistral que transcurre durante sus brillantes títulos de crédito (la del
rapto de la niña), la cinta navega entre el thriller, la comedia negra y el
melodrama, contando para ello con un elaborado guión que destaca, ante todo,
por sus diálogos y por la atmósfera claustrofóbica que se desprende de la mayor
parte de su metraje ya que, buena parte de él, transcurre en el interior del
sótano de la cabaña en donde el padre tiene retenido al presunto criminal. A
pesar de que su última media hora resulta un tanto pesarosa por reiterativa, acaba siendo un film inquietante y sorpresivo.
Las dos últimas jornadas del festival juntitas en un próximo
post.
2 comentarios:
Se perdió el documental de Jodorowski'sDune; si puede, recupérelo, es la mar de interesante
Eso me han comentado. Intentaré recuperarlo del algún modo u otro.
También me han dicho que está bien la de vampiros de Jarmusch.
Publicar un comentario