A las 10.30 de la mañana del domingo 13 de octubre, en
el Auditorio del Meliá se proyectaba uno de los productos más esperados del Sitges
2013, The World’s End (pendiente de estreno en España, a finales de noviembre,
bajo el título de Bienvenidos al Fin del Mundo), el nuevo film del británico
Edgar Wright y que cierra la trilogía iniciada por Zombies Party y Arma Fatal.
Protagonizada de nuevo por la pareja fetiche del realizador, el muy en boga Simon Pegg y Nick Frost, en esta
ocasión se adentra en el mundo de las invasiones extraterrestres y, siguiendo
la tónica habitual de su cine, localizando la acción en una pequeña y tranquila
localidad de la campiña inglesa.
La película empieza de forma atractiva. Los gags,
controlados, se suceden uno detrás de otro. La trama parte del reencuentro, un
tanto forzado, de un grupo de amigos dispuestos a terminar una acción, que de
jóvenes, dejaron a medias: hacer un recorrido alcohólico por las tabernas de su
pueblo natal durante una noche de locura total. A pesar de las reticencias de
la mayor parte del grupo, la cosa se pone en marcha. Hasta ahí, todo funciona
bien. El puntito de acidez que marca las relaciones de los integrantes de la
camarilla le viene como anillo al dedo a las intenciones de Wright. La crisis
de los cuarenta ha marcado a sus protagonistas y, de ahí, saca sus mejores
chistes, aunque la historia empieza a decaer, cuando la confabulación
alienígena empieza a mostrarse. La película, que aún mantiene algunos momentos
delirantemente graciosos, acaba desmoronándose en sus nada seductores veinte
minutos finales. Entre lo aburridos que resultan y la cargante sobreactuación
de Simon Pegg, el invento se estrella definitivamente. Un gran guiño a la magistral La Invasión de los Ladrones de Cuerpos que, por desgracia, sólo quedará en la
memoria del espectador por las buenas intenciones iniciales que desprende.
La mañana continuó con The Call, un thriller típico
y tópico, del montón, para lucimiento de una Halle Berry en horas bajas y
totalmente pasada de rosca. Dirigida de forma descafeinada por Brad Anderson
(el mismo de la olvidable Transsiberian, cinta que abrió el Sitges 2008), la
película posee el aspecto de un telefilme de sobremesa de poco presupuesto. Un
cargante festival de la actriz de color al servicio de una trama manida: una
operadora de un teléfono de emergencias de la policía, tras una fracaso en una
de sus acciones, se obsesiona por salvar la vida de una chica que ha sido raptada
por un psicópata y que mantiene la comunicación abierta con ella, a través de un
móvil, desde el interior del maletero del automóvil del secuestrador. A pesar
del brío que intenta imprimir a su historia, la cosa se le escapa totalmente de
las manos y se convierte en un producto de lo más previsible. Una especie de
revisitación de la entretenida y acelerada Cellular, de David R. Ellis y con
Kim Basinger de protagonista.
En nada fantástica pero mucho más conseguida resultó
A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III, una comedia, muy del estilo de
las de los setenta, dirigida por Roman Coppola (hijo de Francis Ford Coppola) y
que cuenta, en sus papeles principales, con Charlie Sheen, Jason Schwartzman,
Patricia Arquette y Bill Murray. Ambientada en Los Angeles de los años 70 y llena
de divertidos homenajes al mundo del cine (genial la parodia de John Wayne
protagonizada por Bill Murray), la película repasa las elucubraciones mentales
de Charles Swan III (un Charlie Sheen reconvertido, físicamente, en una especie
de Michael Douglas), un exitoso diseñador gráfico que, al perder su pareja
actual, cae en una grave crisis existencial, planteándose sus relaciones
sentimentales y con su entorno. Curiosa y juguetona. Una rara avis que
merecería mayor atención y que quizás no fue apreciada del todo por la crítica
y el público del festival por no pertenecer en absoluto al género habitual del
certamen.
Passion, el nuevo Brian De Palma tras cinco años de
inactividad desde Redacted, significó uno de los más sonados fiascos del Sitges
2013. De hecho, se trata de un remake del film francés de Alain Corneau Crime d'Amour; en principio, un material excelente para la retorcida mente
del cineasta. En él se barajan constantes muy típicas del realizador: sexo,
crímenes y, ante todo, la posibilidad de jugar con distintos puntos de vista
(inevitable que, en un momento dado, llegue a partir truculentamente la
pantalla en dos para mostrar un par de actos teóricamente paralelos en el tiempo).
Pero los años no han pasado en balde y De Palma, más rocambolesco y extremo de
lo habitual, se queda sólo en las intenciones. Se le va la bola en demasiadas
ocasiones (empezando por su delirante final) y lleva sus excesos hasta límites
vergonzosos para narrar la enfermiza relación entre la directora de una agencia
publicitaria y una de sus empleadas. En nada ayuda a su buena digestión las
olvidables interpretaciones de sus actrices principales, Rachel McAdams y Noomi
Rapace, dos mujeres que, en otros productos, han demostrado mayor solvencia que
en éste. Una pena.
La jornada se cerró con Drug War, un contunde
thriller policiaco de Johnnie Too a años luz de su otro film presentado en el
certamen, el nefasto Blind Detective. En Drug War va directamente a lo que
mejor domina: el cine de acción, de buenos y malos, en donde las ensaladas de
tiros no se hacen esperar. Una historia típica y tópica, enmarcada en el seno
de una operación policial de resultados bastante chungos contra el
narcotráfico, que funciona gracias al ritmo que le ha imprimido y al cuidadísimo y frenético montaje con el que ha afrontado sus
numerosas escenas de acción (ante todo en sus trepidantes escenas finales). No
ofrece nada nuevo, pero lo que propone le funciona al cien por cien.
Por el camino quedó The Battery, una curiosidad, bastante
aburrida e insustancial, que mostraba una invasión zombi desde el punto de
vista de un film independiente: los zombis indies. Dirigida por Jeremy Gardner
y prácticamente protagonizada por dos únicos actores, el propio realizador y
Adam Cronheim, se acerca a las avatares de dos supervivientes que, cargados con
sus mochilas respectivas, recorrerán los bosques de su país, en un viaje hacia
la nada y armados de una pistola y un bate de beisbol. Una aventura fantástica,
de tintes minimalistas y soporíferos (por ejemplo, le dedica un plano
inacabable e innecesario a la higiene dental de ambos), cuyo mejor acierto se
encuentra en sus últimos minutos de proyección, en la que los dos colegas se
encuentran sitiados en el interior de un automóvil acosados por una caterva de
muertos vivientes.
En el siguiente post, la cuarta jornada.
2 comentarios:
ya sé que no pega aquí, pero hay que informar:
Manolo Escobar ha fallecido. Es uno de esos que, aunque no nos guste, ha estado ahí toda la vida.
Don Caligula: Manolo Escobar mañana tendrá su merecido post en esta página.
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