19.4.13

Una mierda pinchada en un palo


El Terrence Malik de las narices se ha empeñado en tocarnos los cojones. Así, tal como suena. Hace poco nos machacaba con El Árbolde la Vida, una pedantería sin parangón. No teniendo suficiente con tal peñazo, va y ahora se saca de la manga una especie de suplemento que, bajo el título de To the Wonder, vuelve a explorar en las relaciones de pareja y, ante todo, a divulgar, pese a quien pese y a voz en grito, que Dios existe.

Una nueva tortura cinematográfica, de tratamiento fotográfico similar al de un inacabable spot publicitario, que parte de una historia mínima (por no decir minimalista): la de un americano que se enamora en Francia de una francesita, madre soltera, y se la lleva a vivir, junto a su hijita, a su Oklahoma natal. Una relación que se irá denigrando para adentrarse en diversas etapas, a cual más cercana a las de las intenciones de cualquier culebrón televisivo de media tarde para marujonas. La única diferencia, con respecto a los culebrones, es que Malik, siempre orgulloso de llevar clavada en la frente la etiqueta de “autor”, la disfraza de una falsa trascendencia para que los cuatro gafapastas entusiastas de su obra le aplaudan a rabiar.


Prácticamente no hay diálogos. To The Wonder se apoya en una serie de imágenes fragmentadas (¡cinco montadores ha necesitado el muy soberbio!) adornadas por las voces en off de la mayoría de sus protagonistas. Pensamientos y divagaciones de una petulancia que, por su insistencia, llegan a rozar el ridículo, sobre todo cuando afronta las reflexiones religiosas del personaje de Javier Bardem, un sacerdote hispano que ve a Dios por todas partes (hasta en la taza del wáter) pero que, al mismo tiempo, le implora para que le mande una señal. Cansino, cansino, cansino…


Malik, al igual que en El Árbol de la Vida, insiste en los mismos conceptos: la relación del hombre con la naturaleza, el amor, el desamor y, ante todo, la fe. Eso: la fe que no falte. La película es como un inaguantable y presuntuoso sermón. Una letanía que además, por momentos, se me antoja totalmente deslavazada ya que, por ejemplo, el personaje del citado Bardem es como un añadido forzado a la retorcida relación que mantienen Ben Affleck y Olga Kurylenko, pues el curita de marras pulula medio deprimido por ahí,vendiéndonos la existencia de Dios y sin venir muy a cuento de nada.

Ben Affleck, inevitablemente, hace de Ben Affleck; o sea, el hombre pone su habitual cara de soso y a duras penas tiene un par de frases de diálogo (incluso su voz en off es prácticamente inexistente). Mientras, las dos chicas de la película, la Kurylenko y Rachel McAdams (la tercera enamoradiza en discordia), se dejan querer por la cámara (que para eso son guapísimas) y se esfuerzan, con creces, en sacar adelante sus respectivos papeles en medio de tanto desvarío y pretenciosidad. Y el Bardem (¡ay, nuestro Javier Bardem!), como una alma en pena, con el alzacuellos bien puesto y pregonando la palabra del Señor. ¡Qué pena!


Lo que les digo: una mierda pinchada en un palo. Antes, al menos, el Terrence Malik hacía una película cada tropecientos años. Ahora, el tipo se ha empecinado en vomitarnos a la cara demasiado a menudo. Que se monte una iglesia o se haga sus pajas mentales en casa, sin molestar y sin salpicar.

4 comentarios:

El Señor Lechero dijo...

Como siempre, maese Spaulding, gracias por su labor de sufrimiento para librarnos de estos truñacos.

Spaulding dijo...

Lo que no haría por ustedes, Mr. Milkmen... lo que no haría por ustedes...

El Señor Lechero dijo...

Si tiene ocasión vea la de la chef de Mitterrand. Eso sí, luego vaya a comer bien, porque sale uno con una jambre de lobo.

Spaulding dijo...

Me apunto su comentario. Iré precavido y ´me llevaré un bocata al cine... a ser posible de mortadela con olivillas incrustadas.