Con Tierra Prometida y 16 años después de El Indomable Will Hunting, vuelve a reunirse el binomio compuesto por Gus Van Sant y Matt Damon. El primero como director y el segundo, al igual que en el film citado, en funciones de coguionista y actor. Un Van Sant en nada experimental y totalmente acomodaticio que, pensando en un público más estándar, se ha sacado de la manga un correcto film que aboga por la conservación de nuestro entorno natural y arremete contra el corporativismo, representado en esta ocasión por una millonaria empresa de gas natural que pretende comprar las propiedades de un buen número de vecinos de un pequeño pueblo de Pennsylvania para practicar el fracking en sus tierras, o sea, la fracturación de las mismas para la extracción de gas.
Matt Damon y Frances McDormand dan vida a los dos
empleados que la compañía Global envía como emisarios para tramitar la compra
de las propiedades de McKinley, una pequeña localidad que a duras penas vive de
la industria agrícola y ganadera. El dinero ofrecido a los vecinos por sus
tierras es muy tentador. Nadie piensa en el mal que el fracking puede causar a
sus fincas debido a la agresividad del tratamiento, hasta que un sesudo habitante
del lugar (genial Hal Holbrook) junto a la aparición de un ecologista lanzarán la voz de alarma.
Tierra Prometida se centra, ante todo, en el debate
moral que sufre Steve Butler, el personaje de Damon, un joven criado en una
zona rural que, tras renegar de su pasado, decide reivindicarse como un sólido
urbanita, a pesar de sentir cierta añoranza provocada por la
convivencia, durante días, en un ambiente similar al de su juventud. Sue Thomason, su compañera
(Frances McDormand) es su claro contrapunto: una mujer que, a pesar de no estar convencida de su labor, lucha férreamente por llevar a cabo el encargo encomendado por su empresa. El dinero siempre es el dinero.
El film no ofrece nada nuevo que no sepamos de
antemano. De hecho, la historia que plantea es de lo más previsible, pero la corrección
de su guión, su acertada (aunque muy lineal) puesta en escena y, ante todo, sus
buenas intenciones, hacen de éste un trabajo que se ve con agrado.
Quizás lo peor de Tierra Prometida, dejando a un lado la cara de pasmarote con la que Matt Damon afronta su papel, resida en su
final; un final, aparte de predecible, demasiado peliculero, muy a lo Frank
Capra, de esos que uno no se acaba de creer. No todo, en la vida real, resulta
tan sencillo como lo plantea Gus Van Sant. Ojalá fuera así.
5 comentarios:
La vimos el viernes pasado y la verdad, el papel de Frances McDormand es fantástico, y Hal Holbrock, que tiene más años que Cascorro, también está que se sale. Ahora que el ministro Zemanué quiere meter el fucking fracking en España no está mal echarle un ojo a la pinícula.
Sr. Lechero: En Cataluña, ya hay algún que otro pueblo que se ha tenido que unir para frenar proposiciones de fracking.
O sea, que Van Sant después del remake de Psicosis, le ha dado por el remake de Erin Brokovich... en una cambió a Jantel Leight por Anne Hech y en la otra a Julia Roberts por Matt Damon... lo que viene siendo, hacer lo mismo pero más pijo.
PD: qué gusto da entrar sin tener que anunciar defunciones!!
La verdad, caligula, es que, dejando a un lado el tema ecológico, muy poco tiene que ver el film de Van Sant con Erin Brokovich.
P.D.: celebro que no tenga que coger la pala para enterrar a más celebridades.
No creo que la vea, la verdad. A mí el Vant Sant, cuando se pone en plan película de masas, a lo Will Hunting y Milk, la verdad es que me aburre un poquillo.
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