9.4.13

Spain is different

1957. Norteamérica estrenaba Doce Hombres Sin Piedad, Falso Culpable, Testigo de Cargo y Senderos de Gloria, entre otros títulos. Francia nos sorprendía con Ascensor Para el Cadalso. Suecia hacía lo propio con El Séptimo Sello. Italia ofrecía Las Noches de Cabiria e Inglaterra El Puente Sobre el Río Kwai y La Maldición de Frankenstein. Mientras, los españolitos acudíamos en masa al gran lanzamiento patrio, El Último Cuplé, un film (¡a todo color!) dirigido por un protegido del régimen franquista como Juan de Orduña y protagonizado por una Sara Montiel recién llegada de su periplo por las Américas. Y es que Spain is different. Tan diferente, que la cinta se convirtió en una de las películas más taquilleras de la historia de nuestro cine. Inexplicable. Como diría el gran Forges¡País!


El Último Cuplé es cine rancio, del que atufa a patriotismo fascistoide que tumba de espaldas. Cupletistas y toreros amontonados en ese afán vergonzoso por promocionar la puta marca España a golpe de folklore, moralina y engaños. Una España distinta aunque vergonzosamente única, llena de chulapones paseando por las calles de Madrid y en donde a los niños se les llamaba churumbeles y al champagne, en lugar de champagne, se le denominaba champán, con acento agudo en la segunda “a”. La España cañí bajo la óptica franquista de un hombre como Juan de Orduña artífice, entre otros, de films como ¡A Mí la Legión! o Agustina de Aragón y que en su nuevo trabajo incluso fue capaz de ofrecerle un breve papel a Alfredo Mayo (¡otro que tal!) para interpretar a un Gran Duque ruso enamorado de la tonadillera protagonista, al que dio vida con un acento y maneras españolas de lo más castizo.


La historia que plantea es básica, ridícula y ponzoñosa. La película repasa la vida de María Luján, una cupletista que, salida de la nada, es potenciada al estrellato por un empresario con ganas de cepillársela que se verá arrinconado por la aparición de un torero debutante (de los que marcan paquete) y que, ¡cómo no!, acabará muriendo en el ruedo. El tópico folklórico que nunca falte. Y, de propina, antes de la corná, la alegría de Tabacalera Española: el Fumando Espero.


La cinta se inicia a finales de 1910 y va repasando la vida de la tal Luján hasta entrados los años 50, época en la que nuestra cantante, herida de amor, deja su Madrid natal para desterrarse a Barcelona, no sin antes haber pasado una larga etapa de su existencia en París, durante los años 30, arruinada y sin maromo, hasta que estalla la Segunda Guerra Mundial, hecho que la hace instalarse en la ciudad condal y emplearse en el mítico El Molino del Paralelo para purgar sus pecados. ¡Qué mejor condena para una mujer españolista y acabada que convertirse en una proscrita entre catalanes! En El Último Cuple, la Guerra Civil española ni existe, ¡faltaría menos!, pues el realizador pasó un tupido velo por encima de tal suceso histórico.


Un festival de muecas al más puro estilo Sara Montiel, actriz que no deja de salir ni en un solo plano de su exagerado metraje, más de 110 minutos de tortura patriótica, tan falsos como abusivos. Chotis, cuplés, alguna que otra sevillana e incluso la representación escénica del Valencia (la de las flores y el amor) del compositor José Padilla Sánchez, autor igualmente de El Relicario y La Violetera. Como decía antes, que no falle la puta marca España… aunque sea de manera tan grotesca.


María Luján, tras su regreso a los teatros madrileños, moriría en el escenario después de interpretar su postrero cuplé. Ayer, alejada del mundo del espectáculo y a los 85 años de edad, moría Sara Montiel, una mujer a la que siempre le gustó dar la nota… aunque fuera de forma excesivamente alta, disonante y desafinada.


Hoy, tras sufrir El Último Cuplé en su integridad, tengo una urticaria espantosa, picores por todo el cuerpo. ¿Culpa de la película o de las alergias primaverales?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pués a mi abuela le gustaba mucho esa película.

Fer.