8.2.12

Matemáticas aplicadas al béisbol

Steven Zaillian y Aaron Sorkin (el de El Ala Oeste de la Casa Blanca y La Red Social) son los guionistas de Moneyball: Rompiendo las Reglas, una película que le debe más a esta pareja de escritores que a su director, Bennet Miller, el mismo que hace siete años realizara la interesante Truman Capote. Y es que la inteligencia que rezuma el libreto de Zaillian y Sorkin hace interesante (e incluso atractivo) un deporte que, como el béisbol, no tiene muchos adeptos en España.

Basándose en hechos verídicos, Moneyball plantea el caso de Billy Beane, el gerente deportivo de un modesto club de béisbol, los Oaklands Athletics, quien en el 2002 y con la intención de salvar a su equipo del descenso y de la ruina económica, revolucionó las tácticas del juego y la forma de contratación de jugadores, contando para ello con la inestimable ayuda de su nuevo subgerente, Peter Brand, un joven especializado en matemáticas que aplicó con cierta fortuna sus conocimientos al deporte.

La historia expuesta, de hecho, es lo de menos. Lo interesante reside en la forma de contarla. El magnetismo del film se desprende de sus inteligentes diálogos, de un montón de situaciones bien dibujadas y, ante todo, del eficiente retrato que hace de la relación laboral y amistosa creada entre Billy Beane y Peter Brand; una relación perfectamente potenciada por la enérgica interpretación de un impulsivo Brad Pitt y por la sorprendente actuación del joven Jonah Hill. Ellos dos, con sus respectivos trabajos y respaldados por su brillante guión, hacen de Moneyball un producto sustancioso.

No es necesario entender las reglas del béisbol para disfrutar de la película. Tan solo hay que dejar correr la intuición de cada uno y disfrutar con la fuerza de un planteamiento que logra romper con la pereza inicial de enfrentarse a un film sobre un deporte concreto que, como en mi caso, queda ciertamente lejano. Con el béisbol de Moneyball sucede lo mismo que con el Facebook de La Red Social. Ambas cintas tienen un denominador común. Y ese denominador se llama GUIÓN, en mayúsculas.

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