Mi Semana Con Marilyn viene a sumarse a una casual serie de homenajes al cine que se han estrenado durante este año, como The Artist o La Invención de Hugo. Mientras estas dos lo hacen al nacimiento del Séptimo Arte, la película de Simon Curtis, su realizador, lo hace a Marilyn Monroe, uno de los iconos más populares del celuloide. Ambientado en el Londres de 1957, el film repasa un episodio muy concreto, casi anecdótico, que sucedió durante la filmación de El Príncipe y la Corista, comedia protagonizada por la actriz y Laurence Olivier, este último acreditado también como director y productor.
La cinta desvela la tensión que se vivió en el plató de rodaje entre las inseguridades de una Monroe inestable y los delirios de grandeza de Laurence Olivier, dos polos opuestos que no paraban de repelerse. La primera llegaba a Inglaterra en plena luna de miel tras su boda con Arthur Miller, mientras que el segundo quería reafirmar su ego a través de su primera película como director.
De todos modos, más que en el set de rodaje Curtis centra su atención en la relación que se estableció entre Marilyn y Colin Clark, el novato tercer ayudante de dirección, un joven que se aproximó humildemente a la estrella y la apoyó en sus momentos de incertidumbre. Una tierna relación, marcada por el feeling mutuo y por la delicadeza con la que ambos personajes aceptaron su encuentro.
Quizás hasta ahora, nadie había tratado la figura de Marilyn Monroe con el cariño y apasionamiento que demuestra Simon Curtis. Éste se acerca a la actriz de forma delicada, intentando comprender sus altibajos al igual que hizo el enamoradísimo Colin Clark en su día. Y es que, para ello, se vale de la magistral interpretación de una fenomenal y metamorfoseada Michelle Williams capaz, incluso, de conseguir una mirada triste idéntica a la que en muchas ocasiones lucía la protagonista de Vidas Rebeldes. Con su trabajo resucita definitivamente a Marilyn; una extraordinaria labor que merecería ser premiada con un Oscar el próximo domingo. Una actuación que además se ve potenciada por la excelente química que fluye entre ella y Eddie Redmayne, el actor que da vida a Colin Clark.
El cine visto desde las bambalinas. Un icono sexual bajado con afecto hasta niveles terrenales. Un amor platónico retratado con una elegancia exquisita. ¿Quién da más? Comedia, melodrama y un mucho de amor por el cine. Añádanle la transformación de un genial Kenneth Branagh en un muy creíble y arrogante Laurence Olivier y obtendrán el plato mitómano por excelencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario