A Rodrigo García siempre le han funcionado a la perfección sus retratos cinematográficos sobre mujeres. Títulos como Cosas Que Diría Con Sólo Mirarla, Nueve Vidas y Madres e Hijas lo acreditan como todo un experto en escarbar el universo femenino. Y, en general, con un acierto notable. Ahora, con Albert Nobbs, ha dado un paso hacia atrás al entrar, sin ningún tipo de apasionamiento, en el mundo de una mujer que, a temprana edad, decidió disfrazarse de hombre para sobrevivir y trabajar en la Irlanda del siglo XIX.
Albert Nobbs es una película de encargo y, quizá por ello, Rodrigo García se muestre tan distante con el planteamiento de la misma. Para empezar, y al contrario que en los trabajos anteriormente citados, en éste no ejerce de guionista. En esta ocasión, la tarea de adaptar el relato corto de George Moore a la gran pantalla ha recaído sobre John Banville, Gabriella Prekop y Glenn Close; una Glenn Close que, tras haber representado la adaptación teatral en el off-Broadway de los años 80, no ha parado en su obstinación hasta lograr que el realizador le montase el film para su total lucimiento. Y no contenta con interpretarlo y escribirlo, también ha tomado las riendas como productora.
Demasiada Close para una cinta tan nimia. De hecho, metida en el cuerpo del apocado Albert Nobbs, su actuación resulta de lo más fría y acartonada; "garratibada", tal y como diríamos en catalán: una especie de Charlot travestido que, empleado en un pequeño hotel dublinés, empieza a plantearse la posibilidad de contraer matrimonio para paliar su soledad. La actriz, en su empecinamiento por sobresalir en su transformación, se ha olvidado, durante la gestión de la historia, de clarificar los actos y actitudes de su personaje; un personaje, por otra parte, bastante marciano, al igual que su nada atractivo (y vacío) argumento.
Suerte tiene la película del espléndido trabajo de Janet McTeer quien, también dando vida a otra mujer convertida en hombre, logra que su rol resulte mucho más creíble que el de la propia Close, la cual, entre la fuerza de esta actriz y la sobriedad de la joven Mia Wasikowska, queda bastante ensombrecida.
Un melodrama desencantado que, partiendo de una factura escénica y narrativa muy clásicas, no logra cautivar al espectador debido a la trivialidad de un guión más interesado en potenciar el aspecto físico de su protagonista que en trazar una historia sugestiva, coherente y bien explicada.
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