24.3.09

Superhéroes aburridos


Tras 300, Jack Znyder se adentra en el universo gráfico de Alan Moore y Dave Gibbons adaptando uno de sus títulos más emblemáticos aunque, en esta ocasión, inclinándose por un tratamiento visual más realista y menos comiquero. Este es el turno de Watchmen, la historia de unos superhéroes que, después de haber servido durante varias décadas al Gobierno norteamericano, deben guardar sus disfraces en el ropero para dedicarse a una vida menos ajetreada. Con el asesinato de uno de ellos y la posibilidad de que tras esa muerte se esconda un complot a nivel internacional, algunos decidirán regresar a la primera línea de fuego. Todo sea por el bienestar y la paz mundial.

Watchmen posee un inicio prometedor. Primero, debido a sus originales títulos de crédito, capaces de situar al espectador en una época y un ambiente muy concretos en un tiempo récord. Después, tras esa brillante introducción a modo de resumen sobre los anales y precedentes de los superhéroes protagonistas, apuesta por cambiar ciertos aspectos de la historia moderna, introduciéndose con ello en terrenos ficticios ciertamente originales.

Los EE.UU. han ganado en Vietnam. Nixon consigue un tercer mandato por votación popular. La tensión entre su país y Rusia está en uno de sus puntos más álgidos. La posibilidad de una hecatombe nuclear se muestra como una realidad futura más que palpable. En medio de este entorno enfermizo, los viejos superhéroes, reciclados en otros menesteres y temiendo una conspiración a altos niveles, optan por desempolvar sus trajes de faena y sus antiguos utensilios de combate para adentrarse en una investigación que les regalará más de una sorpresa (tanto a nivel general como personal).

Cuando Znyder ya ha colocado todas las cartas sobre la mesa y toca barajar para empezar la partida, pierde todos los papeles, entrando en una monotonía difícil de romper. Poco ayudan, en este aspecto, las cansinas y engoladas peroratas del llamado Dr. Manhattan, un científico que, tras un accidente nuclear, se vio convertido en un neutrón con cuerpo humano; un tipo capaz de predecir el futuro y, en realidad, el único miembro del grupo con poderes sobrenaturales.


La cinta avanza a trompicones. Su inicio, a pesar de ciertas sutilezas aisladas, sólo ha quedado en agua de borrajas. Hay una línea argumental definida, pero, debido a la gran cantidad de apartes episódicos que inundan su exagerado metraje (más de dos horas y media de duración), da la impresión de haber sido construida a golpe de retazos. Todos los superhéroes del film tienen su rinconcito de lucimiento aunque, para ello, abandone el denominador común que los enlaza. Después, cuando coinciden en su clímax final, éste resulta de lo más desaborido que uno pueda tirarse en cara. Tanto rollo y tanta conspiranoia para llegar a un desenlace tan descafeinado y simplista.

Superhéroes aburridos y pretenciosos, capaces de ir desgranando filosofía barata a cada paso que dan. Más de lo de siempre: el héroe deprimido a causa de su pasado. Y no uno: todos; del primero al último. Cada cual tiene su cruz. Sentimientos de culpa y ganas de purgar pecados. Ya es hora de volver a parir a superhéroes más frescos y sin tantos complejos a cuestas. No sólo de una buena resolución visual (espléndida, en este caso) y de personajes deprimidos han de alimentarse cuantas adaptaciones cinematográficas del mundo del cómic se lleven a cabo ¡Con lo majo y entretenido que resultó el primer Superman de Donner!

Empiezo a odiar sobremanera a Alan Moore y a Dave Gibbons, ¿vale?

No hay comentarios: