La España más rancia, esa España que le crucificó sin razón, hoy dormirá tranquila. La otra España, aquella que estuvo al lado de Pepe, llorará su muerte. Por mi parte, engulliré un orujo a la salud de ese gallego que, sin renunciar a su terruño, supo identificarse con el sentimiento catalán.
Un petó, Pepe. Tu m’has fet riure!
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